La pequeña cristina.

La pequeña cristina se ve en el reflejo del espejo. Ella se observa diferente. Desde que nació, hasta la tierna edad del ahora, se vio obligada a recibir como mensaje amenazante lleno de lúdicas blasfemias, las burlas de sus compañeros. La falsedad de la familia ignorada forjó el destino de su inocencia castigada. La falta de comprensión, le hizo hablar a la fuerza.

Ella permanece firme en aquel doble que le devuelve la figura de lo que una damita es. No tardó tiempo la mañana del lunes. Clavó las tijeras en el cuello de su hermosa hermana con la acidez mórbida de la envidia, y el abuso que le prestaba. La madre para ese entonces estaba recostada en un sueño de pastillas que la pequeña cris le preparó a escondidas. Su padre ya se habría accidentado con el automóvil, calculando el horario en que los frenos fallaran.

En la escuela con la cabeza gacha mirando al suelo ingresó al aula. Tenía que presentar un proyecto de ciencias. Ese día sacó solo diez en la materia. La cabeza de su hermana estaba perfecta. A la profesora no le generó ningún ánimo, más bien asombro. Pero no se preocupe. Pronto acabará todo. Cris sacó el arma de su bolso, y el primer tiro fue para su amada maestra que no la toleraba, luego la lista de la parca era simple. A los revoltosos y revoltosas, les dedico siete disparos certeros.

El ruido se oyó por toda la escuela, para suerte de quienes se largaron del aula. Ella podía contemplar el rio de sangre y se percibía en su piel, feliz. Alegre. Haz hecho un bien. La ventana estaba abierta, y por ella se escapó. Caminó firme al puente. Contempló un camino lleno de flores que se marchitaban, en el empedrado. Se veía hermosa en el reflejo de las calmas aguas que la tomaron de la mano para siempre.

El cuerpo fue hallado a los días. Inflado, desorbitado, en estado de putrefacción, y por sobre todas las cosas bello como era ella.