Sospechas

Capítulo 15

Lucía y yo nos quedamos en silencio.

Las palabras de su abuela resonaban en mi cabeza como un eco interminable.

"No es la primera vez que llegan hasta aquí."

"Cada vez que se acercan demasiado a la verdad… la historia comienza de nuevo."

Tragué saliva.

—¿Cómo rompemos el ciclo?

La abuela nos observó con una tristeza infinita.

—Esa respuesta siempre la han tenido ustedes.

Lucía negó con la cabeza, frustrada.

—Pero no lo recordamos.

La anciana suspiró y señaló la libreta que aún tenía en mis manos.

—Ahí está todo.

Miré la libreta, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda.

—Pero… no entiendo lo que dice.

—Porque aún no estás lista para leerlo —dijo la abuela con voz serena.

Lucía y yo intercambiamos una mirada.

—¿Qué significa eso? —preguntó ella.

La abuela se levantó lentamente, caminando hacia una vieja repisa llena de libros polvorientos.

Sacó un cuaderno de tapas gastadas y lo puso sobre la mesa.

—La primera vez que esto ocurrió, tú —dijo señalándome— viniste a mí buscando respuestas.

Mi piel se erizó.

—¿Yo?

Ella asintió.

—Escribí todo lo que me dijiste. Lo que recordabas. Lo que intentaste hacer para salir.

El corazón me latía tan fuerte que apenas podía escuchar mis propios pensamientos.

Extendí la mano y tomé el cuaderno con cuidado.

En la portada, con una caligrafía temblorosa, había un título escrito con tinta desvaída.

"Si lees esto… aún hay tiempo."

Tragué saliva y lo abrí.

La primera página estaba llena de palabras tachadas y garabatos desesperados.

Pero en el centro, solo una frase se mantenía clara.

"No confíes en lo que ves."

El suelo pareció desvanecerse bajo mis pies.

Porque en ese instante, por el rabillo del ojo, vi algo imposible.

Lucía.

Pero no la Lucía que tenía a mi lado.

Era otra versión de ella, parada en la puerta, mirándome fijamente con ojos aterrados.

Abrí la boca para decir algo, pero parpadeé…

…y ya no estaba.

Me quedé helada.

Lucía notó mi expresión.

—¿Qué pasa?

Miré a la abuela, temblando.

—No confíes en lo que ves —susurré.

La anciana asintió lentamente.

—Ahora entienden por qué el tiempo se está acabando.

—¿Qué significa eso? —preguntó Lucía, la desesperación en su voz.

La abuela nos miró fijamente.

—Que ustedes no son las únicas atrapadas aquí.