Capítulo 13

Abro los ojos como puedo, apenas he podido dormir, me he despertado miles de veces pensando en que estaba en esa maldita mazmorra. Por un segundo tambien he soñado con mis hijas, joder lo que las echo de menos.

Suena las campanas del templo, es hora de ir a desayunar,  antes de salir observo una mesita pequeña que hay en una de las esquinas, cuando la abro me doy cuenta de que dentro hay una pastilla de jabón.

—Joder podria haberlo averiguado antes y haberme duchado con jabón —digo en voz alta sabiendo que no me esta escuchando nadie.

La dejo encima de la cama sin hacer y me voy a desayunar, todos van directos sin apenas dirigirse las miradas salvo la pareja, seguro que llevan días sin poder hablar por las normas, es triste y me pregunto cómo habrán llegado aquí.

Todo el comedor está en silencio mientras se colocan cada uno en su sitio. Yo me voy al mío, me lo han respetado desde el primer día que llegue.

Por el fondo veo a dos simios hablando entre ellos mientras se acercan a las mesas, tengo que controlarme aunque tenga ganas de arrancarles la cabeza. 

Miro a la bandeja, observo que dentro de ella hay uno de sus maravillosos yogures y una tostada con la que podría abrir la cabeza a un elefante.

La cojo, pienso por un segundo si lanzarsela a alguno de ellos dos pero me contengo.

Observo como “A” se acerca a mi lentamente, mierda seguro que viene a decirme alguno de sus comentarios impertinentes.

—Novato, ahora después de desayunar nos acompañas a “B” y a mí —me dice casi musitando pero mucha gente en la sala se da cuenta y se hace el silencio.

—¿Que querrán ahora? —me pregunto para dentro.

Trato de comer todo lo que es comestible y el resto lo vuelvo a tirar. Nadie se ha comido la tostada y no es plan de ir perdiendo dientes a estas alturas.

Me vuelvo a sentar, no se si esperarlos o irme a mi “casa” y hacerme el loco, pero si me han dicho eso seguro que luego vienen a por mi asi que espero unos minutos hasta que la última persona que es el hombre mayor sale por la puerta.

—Vamos novato, tendrías que estar ya esperándonos en la puerta —me replica “B” que se hace el valiente cuando “A” no está delante.

Salgo para fuera, el coche está listo.

—Súbete —me ordena.

Cato la orden sin poner ningún pero, consciente de lo que me pueden hacer prefiero no llevarles la contraria.

—¿A dónde vamos? —les pregunto temiendo la respuesta.

—Es mejor teniendo en cuenta tu situación que calles y observes —cierro el puño, el coche se pone en marcha y me dan ganas de tirarlos a los dos con el coche en movimiento.

—Ponte esto —me da un turbante de Tuareg.

Van siguiendo las líneas que hay marcadas en el suelo, vuelven sobre sus pisadas, yo creo que me están llevando otra vez a donde apareci.

En pocos minutos llegamos al punto en el que tenía claro al que nos dirigimos.

Hay una persona abajo mirando para todos los lados. Está desorientada.

—Bien, ahora en llegar me subo a dejar la nota y tú le das la bienvenida —le dice “A” a “B”.

—Tu “J” estarás en silencio observando —me dice mientras hago como que cierro la boca.

Llegamos hasta sus pies.

—Bienvenida a Utopia —le dice “B” de la misma forma como lo hizo conmigo.

Es una mujer, yo estoy sentado en el asiento de atrás.

Tiene el pelo moreno… medio largo, lleva una chaqueta de cuero y un vaquero.  Se la ve asustada, para nada se imagina lo que le espera aqui, ojala pudiese decirle que huya pero ya es tarde. No dice muchas palabras ni tan siquiera su nombre. “B” comienza a explicarle todo.

—A partir de ahora te vas a llamar “K” —le responde con una de sus órdenes impuestas y sin elección.

Ni tan siquiera la letra corresponde con el tipo de cada persona, es algo tan impuesto que me parece hasta absurdo.

—Vamos a irnos a Utopia, se acerca una tormenta de arena —llega “A” de arriba con prisa.

Nos ponemos en marcha rápidamente y dejamos atrás todo esto, la chica va mirando hacia todos los lados, apenas hace preguntas, ellos dos tampoco dan pie a ello.