Capítulo 26 – No estoy sola. Nunca estuve

-

-

Durante años creí que estaba sola.
Que mis silencios eran solo míos,
que mis lágrimas caían sin testigos,
que nadie entendía lo que sentía.

Pero con el tiempo, con cada señal y cada despertar,
descubrí que nunca estuve sola.
Que, incluso en mis momentos más oscuros,
había presencias suaves que me rodeaban,
susurros que me calmaban,
energías que me sostenían aunque no las pudiera ver.

Mis almas guardianas siempre estuvieron ahí.
A veces como intuiciones que me detenían justo a tiempo,
otras, como abrazos invisibles cuando sentía que no podía más.
Y aunque mi mente intentaba explicarlo como coincidencias,
mi alma sabía la verdad: eran ellos.

Recordé las veces que pedí una señal y el cielo respondió con una pluma,
una canción, una palabra, una sincronía perfecta.
Recordé las veces que sentí una paz que no venía de mí,
sino de algo —o alguien— que me envolvía con ternura.

Comprendí que el alma nunca camina sola.
Que cada paso que doy está acompañado por una red invisible de amor,
por guías, ángeles, energías estelares,
por los seres que me cuidan desde planos que los ojos no pueden ver.

“Nunca estás sola, incluso cuando el silencio te envuelve.”

Esa frase la escuché una noche, dentro de mí,
cuando pensaba rendirme.
Y fue suficiente para recordar que la soledad es solo una ilusión de la mente.

Porque la verdad es que siempre estuvimos acompañados,
siempre guiados, siempre sostenidos.
A veces no los vemos,
porque su luz es tan pura que no cabe en este mundo.
Pero se siente…
en el corazón, en el aire, en la calma que llega sin motivo.

Hoy ya no temo al silencio,
porque sé que ahí habitan ellos.
Y cuando miro el cielo, no lo veo lejano,
sino como un reflejo del hogar del que todos venimos.

“No estoy sola. Nunca lo estuve.
Solo necesitaba recordar.”