Capítulo 30 — El llamado final

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He llegado al final del camino, pero también al comienzo de uno nuevo.
Cada palabra escrita, cada señal vivida, cada silencio sentido, fueron parte de una guía que no vino de afuera, sino de adentro.
De esa voz suave que siempre susurró, incluso cuando el ruido del mundo intentaba apagarla.

Ahora comprendo que este libro nunca fue solo mío.
Fue dictado por el alma, acompañado por las presencias que me guían desde planos que los ojos no pueden ver, pero el corazón sí puede sentir.
Fueron ellas —mis almas guardianas— las que me sostuvieron en los momentos donde creí perderme, las que me recordaron que todo tiene un propósito, incluso lo que duele.

Este es el llamado final, no para despedir, sino para despertar.
Para que quien lea estas páginas recuerde que también tiene guías, que también forma parte de esta red invisible de almas que se reconocen más allá del tiempo y del espacio.
Porque nadie está solo, ni siquiera en el silencio.
Cada pensamiento de amor que enviamos, cada lágrima que sanamos, cada abrazo que damos desde el alma, genera ondas que llegan más lejos de lo que imaginamos.

El llamado final es una invitación.
A mirar el cielo no como un lugar lejano, sino como un espejo de lo que somos.
A recordar que la luz que buscamos fuera siempre habitó dentro.
A confiar, incluso cuando no vemos el camino, porque el alma siempre sabe adónde ir.

Hoy cierro este ciclo con gratitud infinita.
Gratitud por lo vivido, por lo aprendido, por lo sentido.
Y por las almas —humanas y celestiales— que me acompañaron a escribir esta historia.
Sé que este libro llegará a quienes deba llegar.
Que cada palabra encontrará a su lector exacto, en el momento justo, porque así lo planea el universo.

Y cuando termines de leerlo, quiero que cierres los ojos y respires.
Que sientas esa energía cálida que te envuelve.
Esa es la señal.
Ellos están ahí.
Siempre lo estuvieron.
Y este… es el llamado de tu alma para recordar quién sos,
para expandir tu luz,
y seguir caminando,
siempre,
guiada por el cielo.