Prólogo

Dicen que el destino se escribe en silencio, cuando nadie está mirando.

Aprendí que tambien puede escribirse con sangre, despedidas y promesas que jamás debieron hacerse.

Si estas leyendo esto, quizá sea porque cometí el error de creer que el deber y el amor podían coexistir. Que una corona pesa menos cuando el corazón está decidido. Me equivoqué.

Hay guerras que comienzan con ejercitos marchando y estandartes al viento.

Y hay otras más crueles que empiezan con una carta sellada, una mirada sostenida demasiado tiempo… o un nombre que no debería volver a pronunciarse.

Crecí creyendo que los reinos se sostenían con alianzas, tratados y palabras cuidadosamente elegidas. Arcelia me enseñó a hablar con diplomacia, a sonreír cuando todo se desmorona y a caminar erguida incluso cuando el miedo amenaza con doblarte las rodillas.

Pero nadie me preparó para elegir entre lo correcto y lo que mi corazón reclamaba en silencio.

Hay un príncipe al norte, frío como las montañas que protegen a su reino.

Hay secretos enterrados bajo juramentos antiguos.

Hay traiciones que no mueren con el paso del tiempo, solo aprenden a esperar.

Y luego estoy yo.

Una princesa que cree aún en los gestos pequeños, en la llealtad, en las promesas hechas bajo cielos abiertos.

Una joven que aprendió demasiado pronto que amar puede ser tan peligroso como empuñar una espada.

Si algo he aprendido de esto:

No todas las muertes son definitivas.

No todas las verdades salen a la luz.

Y no todas las estrellas están hechas para brillar juntas.

Esta no es una historia de héroes perfectos ni de finales sencillos.

Es la historia de decisiones que marcan generaciones, de silencios que pesan más que los gritos y de un amor que jamás debió sobrevivir.

Mi nombre es Victoria.

Y antes de que todo ardiera, antes de que el cielo de llenara de estrellas suspendidas en el aire…

Yo también creía que podía cambiar el curso de la historia.