CAPÍTULO 31

Buenos Aires, Argentina

1990

Patrick

Un pequeño grito me despierta, respiro rápidamente y subo al cuarto. Anna gruñe del dolor y se altera.

— ¡Danna! —arqueo mi ceja—, ¡Llama a una ambulancia! ¡Patrick!

Sigue gritando hasta que salgo de mi ensimismamiento, asiento y marco el número de True.

Un toque y nada, segundo toque y nada. Bufo y escucho un suspiro al otro lado de la línea.

— ¿Marcus? —otro suspiro— ¡¿Marcus?!

—Dime, Patrick.

—Al fin, trae una ambulancia —corto la llamada.

A lo lejos de la calle se escucha la sirena de la ambulancia, la única que hay. Cargo a Anna entre mis brazos teniendo cuidado de no lastimarla y la subo en la camilla.

Marcus asiente y arranca. Sonrío y me subo en mi auto. No me gustaría estar escuchando los lamentos de dolor de Anna, es algo detestable.

Estaciono el auto en cualquier lugar, ya que está totalmente vacío el parqueo. Al entrar saludo a True y a unos cuantos doctores que se encuentran charlando con ella.

Me siento en las sillas de espera y coloco mis manos detrás de mi cuello. Los hologramas de personas pasan y ni las tomo en cuenta.

— ¡Hola! —saluda True sentándose al lado mío.

Sonrío.

—Hola True, ¿Qué tal?

— ¡De maravilla! —exclama—, no sabes lo feliz que estoy porque al fin sucedió esto.

Río. Acaricio mi cabello y observo detenidamente la puerta de la sala de operaciones.

— ¿Estará bien? —pregunto.

— ¡Claro que sí! —chilla y arrugo la frente—, Danna vivirá solamente diez años con ustedes —asiento—, luego de ese tiempo escapará.

— ¡Genial!

El doctor sale por la gran puerta pasada unas horas y se acerca a nosotros.

— ¡Felicidades! —da una palmada en mi espalda y sonríe—, es una linda nena.

Sólo sonrío. True charla con él y bebo de mi café que hace poco compré en la cafetería del hospital.

— ¿Patrick?

— ¿Sí? —digo.

—Puedes pasar a verlas —niego.

No quiero verlas, tendré mucho tiempo para estar con ellas.