✨Capítulo 1

Corín

Mi vida, desde que nací, no ha sido perfecta. Ha estado llena de humillaciones por parte de personas que creí que me amaban tal como soy. Pero la vida no es como una la imagina; cada tropiezo te hace caer más y más en la realidad.

Mi nombre es Corín. Tengo 25 años y nací en Colombia, Soy una chica morena, con el cabello ondulado que me llega hasta la cintura. No soy muy alta, mido aproximadamente 1.59, y aunque no tengo cuerpo de modelo —soy un poco rellenita—, trato de aceptarme tal como soy.

Vivo sola desde hace dos años. Mis padres, influenciados por los estereotipos que la sociedad ha impuesto sobre el físico, me hicieron a un lado. Me convertí en la vergüenza de la familia.

Desde pequeña me he sentido sola, aguantando palabras duras, humillaciones y el dolor de ver cómo permitían que familiares y allegados me ofendieran. Todo eso fue apagando mi autoestima. Llegué a creer que no merecía ni siquiera haber nacido.

Cuando cumplí la mayoría de edad, salí de casa. No recibí bendiciones ni buenos deseos de mis padres, pero me hice una promesa: demostrarles lo contrario. Que, a pesar de todo lo que la vida me ponga en el camino, voy a salir adelante.

Empecé por trabajar en mí. En mi autoestima. En aceptarme tal como soy. En entender que cada persona tiene su propio encanto. Pero el daño que me hicieron caló tan hondo, que hasta hoy me cuesta aceptar un cumplido, ya sea de amigos o pretendientes. Me he cohibido de iniciar cualquier relación. No por falta de interés, sino por miedo. Por inseguridad.

Hace unos años, cuando tenía 22, me enamoré. Fue el ser más especial que he conocido.
Era mi jefe. Yo trabajaba en el área de diseño de su empresa. Me enamoré de su forma de ser, de cómo enfrentaba las dificultades, de su tenacidad. Lo admiraba profundamente.
Amé en silencio, porque sentía que él merecía a alguien mejor. Me consideraba poca cosa.

Hoy, a mis 25, sigo enamorada de él. Y aunque no lo diga, hay momentos en los que deseo que me mire.