✨ Capítulo 38

Retos y crecimiento

“Aprender a ser familia todos los días”

Las niñas ya corrían por toda la casa, con su energía infinita y su risa contagiosa.
Cada una empezaba a mostrar claramente su personalidad:
Amelia era la más curiosa, siempre haciendo preguntas;
Sofía, la más sensible, apegada a Corín como si fueran una sola alma;
y Valentina, la pequeña líder, con una sonrisa pícara y voz firme.

Pero con su crecimiento también llegaron los retos.

Las rabietas por no querer comer lo que se les servía, las discusiones entre ellas por juguetes o espacio, los “¡yo puedo sola!” y los “¡no quiero dormir!” se volvieron parte de nuestra rutina diaria.

Corín y yo, aunque agotados, nos esforzábamos por mantenernos unidos y pacientes.
Había noches en que simplemente nos mirábamos con una mezcla de cansancio y amor profundo, entendiendo que esto también era parte del viaje.

—A veces siento que no lo estoy haciendo bien —me confesó Corín una noche mientras recogíamos muñecas del suelo.

La abracé por la espalda y besé su mejilla.

—Lo estás haciendo increíble. Mira cómo te aman… cómo confían en ti. No hay manual para esto, pero sí tenemos amor, y eso siempre es suficiente.

Ella sonrió, y como siempre, esa sonrisa me dio paz.

También hubo momentos especiales: la primera vez que cantaron juntas una canción completa, cuando aprendieron a usar la bicicleta con rueditas, o cuando comenzaron a dibujar a nuestra familia y nos reconocimos en sus trazos torpes pero llenos de intención.

Pese al cansancio, cada noche nos sentíamos agradecidos.
Éramos una familia en constante evolución, creciendo juntos.
Los desafíos nos hacían más fuertes, más pacientes, más humanos.

Y en medio de todo, Corín y yo seguíamos siendo nosotros: cómplices, compañeros, enamorados… aprendiendo a ser padres sin dejar de ser pareja.