Un nuevo comienzo

El fuego seguía ardiendo en la mente de Priya mucho después de que las llamas se hubieran extinguido. Su madre estaba a salvo, pero la advertencia de los Chaudhary era clara. Habían cruzado una línea que no tenía regreso.

Esa noche, en un pequeño apartamento alquilado con nombres falsos, Priya sintió el peso del mundo sobre sus hombros. Se sentó en el borde de la cama, con la mirada perdida en la oscuridad, mientras Aditi terminaba de asegurarse de que las cerraduras estuvieran bien puestas.

—Priya… —susurró Aditi, acercándose a ella.

Priya no respondió. Su mente estaba atrapada entre el dolor y la ira, entre la pérdida y la sed de venganza. No se dio cuenta de que Aditi se había arrodillado frente a ella hasta que sintió sus manos suaves sobre las suyas.

—Estoy aquí —dijo Aditi, con una voz firme pero llena de ternura.

Priya levantó la mirada y vio en sus ojos la única certeza que le quedaba. No importaba cuántos enemigos los rodearan, cuántas amenazas tuvieran que enfrentar. En ese instante, lo único que importaba era que estaban juntas. Que aún se tenían la una a la otra.

Sin pensarlo, Priya la besó. Al principio fue un beso lento, lleno de todo lo que no podían decirse con palabras. Pero pronto, la tensión de los últimos días, el miedo, la furia contenida, todo se transformó en algo más profundo, más urgente.

Aditi respondió con la misma intensidad, aferrándose a ella como si fuera lo único real en medio del caos. Se deslizó sobre su regazo, rodeando su cuello con los brazos mientras Priya deslizaba sus manos por su espalda, sintiendo la calidez de su piel bajo la tela ligera de su ropa.

El mundo afuera podía derrumbarse. Pero en ese momento, solo existían ellas dos.

Esa noche, no hubo miedo. No hubo dudas. Solo la necesidad de aferrarse la una a la otra, de perderse en algo que ningún enemigo podía arrebatarles. Y por primera vez en mucho tiempo, Priya sintió algo parecido a la paz.

Pero la guerra aún no había terminado. Y cuando el sol se alzara de nuevo, estarían listas para dar el golpe final.