Capítulo 30: Coqueteo indiscreto

Verónica

El tacón de mis zapatos siente la firmeza del suelo en cada paso que doy por el pasillo mientras luzco un vestido azul oscuro junto con un collar de esmeraldas en mi cuello. Tengo el cabello suelto recorriendo mis hombros y parte de mi espalda. Este es el atuendo que dejó producción en mi cuarto, al menos tienen buen gusto a la hora de escogerlos. La cena de esta noche será en vivo, es decir, estaremos ante las cámaras y por ende debo llegar acompañada de Carlos.

Carlos… Sonrío al decir su nombre, pues, el detalle que me entregó esta tarde hizo que mi corazón se conmoviera, es que fue sencillo y hermoso ese obsequio. Pero, lo que más me gustó fue su esfuerzo y la intención que tuvo al recordar mi color favorito, al igual que los dulces que me gustan y la frase que me desarmó por completo. Haberle dicho que no anoche en el jardín no fue nada fácil, y solo lo hice porque no puedo permitir que sentimientos muertos resuciten.

Los años que estuve interesada en él fueron difíciles, tuve que soportar verlo ir de un lado a otro con su novia en ese entonces y lo peor fue saber que no había ninguna posibilidad de que se fijara en mí. Sentir mil y una cosas por alguien que sabes que no te podrá corresponder es realmente doloroso, pero enfrentarme a él día a día y aun así tener que superarlo fue lo más difícil que jamás hice.

Ver su sonrisa y esos detalles que tenía conmigo, que fuera tan atento… Cada cosa de su personalidad me fue cautivando poco a poco que sin darme cuenta me hundí hasta el cuello en el amor que sentía por él. A veces parecía que Carlos correspondía a mis sentimientos, pero en otras ocasiones no y detestaba esa sensación de no saber si sí o si no. Me resigné y acepté que quizás vi cosas donde no las había y por eso ahora no quiero sufrir de nuevo por algo que dejé en el pasado.

Hay que superar a las personas y recibir la oportunidad de nuevos amores, de aquellos que no pasaron de ti y tuvieron que perderte para darse cuenta de que te habían encontrado, y por supuesto me refiero a Javier. Él ha logrado ganarse mi cariño incluso desde ese día en la cafetería, no sé en qué dirección puedan ir las cosas, pero deseo averiguarlo. No puedo negarme a abrir mi corazón a un nuevo amor solo por aferrarme a alguien que se tardó tanto en corresponderme.

Continúo caminando hasta que llego a la sala y lo veo sentado en el sofá vistiendo un esmoquin negro, está inclinado hacia adelante con los codos apoyados en sus muslos mientras mantiene un juego con sus dedos.

Hago ruido raspando mi garganta y él se voltea —estoy lista —sonrío.

Se levanta del sofá en un parpadeo, sonríe y expande los ojos —estás hermosa —dice Carlos mientras su mirada me sigue de arriba abajo.

Llevo la mano a mi mejilla y bajo la mirada —tú también luces guapo.

—Me puse así para ti —guiña el ojo.

Mejor me dejo de cumplidos —ya deberíamos irnos.

Pone su brazo como la oreja de una taza de café para que me agarre de él —tienes razón princesa, vámonos.

Con mi mano derecha toco su bíceps y caminamos hasta salir fuera de la casa donde nos está esperando un coche. Con cada paso que doy me siento como de la realeza.

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En la entrada al restaurante hay un montón de flashes que nos siguen sin importar a donde miremos, se escuchan gritos y aplausos de unas personas detrás de un cordón de terciopelo. Un equipo de seguridad nos ayuda a pasar mientras los paparazis hacen innumerables preguntas acercando sus micrófonos. Al ingresar por la puerta un mesero con una toalla en su hombro izquierdo nos da una sonrisa y nos dice que le sigamos hasta una mesa reservada para nosotros.

Es una mesa larga con 18 puestos, han dividido a los participantes en dos grupos y el resto están al otro extremo del lugar. Casi de inmediato noto que solo faltan cuatro sillas por ocupar, y tienen nuestros nombres y los de Javier y Estela que aún no han llegado. Carlos agarra la silla y la corre para que me siente, y luego toma asiento a mi lado.

—Javier y Estela ya vienen en camino —Irene aparece frente a nosotros con un sujeta papeles en su mano y tachando unas cosas con un bolígrafo. —Será una cena normal, solo que la transmitiremos en vivo —sonríe y acomoda sus gafas —así que conversen, sean ustedes mismos que eso nos dará rating.

Todos los que estamos ahí asentimos e Irene se va del lugar, unas cámaras dan vueltas alrededor de la mesa y las personas que están cenando nos observan. No encontramos en una zona exclusiva del restaurante que está cerrada con unos cordones de terciopelo y que para llegar a ella hay que subir tres escalones, es decir, está elevada sobre las demás mesas, haciendo que sea inevitable ser el centro de atención.

Javier y Estela acaban de entrar al restaurante mientras sonríen y lanzan besos a todos lados. Él lleva puesto un traje beige y ella viste un vestido de color amarillo.

Al caminar por las escaleras ella se adelantó un poco y alza su vestido para subir los escalones, pero Javier tropieza y cae pecho al suelo, el sonido de su caída es un ruido seco que alerta a todos.

—¿Se cayó? ¿Está bien? —el mesero que lo guiaba lo sujeta del brazo y lo ayuda a levantarse.

Yo me muerdo el labio aguantando las ganas de reírme —no se preocupe mesero —Carlos alza una copa de vino —él no se cayó, es que así entra a los restaurantes.

No puedo aguantar la risa y suelto una carcajada, todos en el lugar hacen lo mismo incluyendo al mesero. Javier baja las cejas y se sacude el traje, luego toma asiento junto a Estela y ambos quedan frente a nosotros.

El mesero les entrega la carta a Javier y Estela. Luego de un rato nos traen simultáneamente los platillos a todos los participantes, e Irene nos hace una seña tras cámara indicando que ya estamos al aire.

—Me encanta comer en restaurantes elegantes —Estela sostiene un champiñón con su tenedor —me extresan los restaurantes corrientes.