Capítulo 54: ¿Otra propuesta?

Luego de ese percance le dije a Amanda que no tenía hambre, aunque la verdad es que no me gusta su comida. Quisiera cocinar yo, pero con ella buscándome tema de conversación a cada rato, es complicado. Me siento un extraño en mi propio departamento.

A escondidas pedí comida y después de un par de minutos estaban esperándome en el lobby del edificio. Comí con placer porque la pizza estaba deliciosa. Estuve un rato acostado en la cama reposando y viendo la televisión.

No supe en qué momento me quedé dormido. Pero estaba soñando con Verónica y aunque todo parecía perfecto, el sueño era bastante subido de tono, incluso hasta sentía sus manos tocando mi cuerpo.

Mi cerebro me advirtió que algo no estaba bien, así que desperté de golpe y descubrí a Amanda a mi lado totalmente desnuda, en ese preciso momento no sabía qué hacer. Si ceder a mis impulsos o sacarla de la habitación. Aguanté la respiración mientras corría al baño, abrí la llave del lavamanos y me eché agua fría en la cara y en otras partes del cuerpo.

Cuando la lujuria abandonó mi cuerpo salí respirando como un toro para decirle a Amanda que no hiciera eso de nuevo. Tuve que fingir firmeza en esos instantes porque aún seguía insinuándoseme y yo ya me imaginaba lanzándola a la cama como en los viejos tiempos. La única manera que encontré para disipar esos deseos fue pensar en mi Vero, me armé de la suficiente fuerza de voluntad y la saqué de la habitación.

Pasé el seguro a la puerta y esta vez lo verifiqué dos veces.

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A la mañana siguiente tuve que volver a mentirle diciendo que no tenía hambre. Cuando ella prepara cosas que no requieren mucho esmero, saben bien. Pero, otro tipo de comidas, como una pasta a la boloñesa, sabe horrible. La otra noche comí porque me dio pena desperdiciarle el esfuerzo, y me arrepentí de esa buena acción a las tres de la madrugada, pues, me encontraba en el escusado haciendo una oración porque creí que tenía un demonio en el estómago.

Hoy planeo limpiar el apartamento porque está vuelto un desastre. Aunque le insistí a Amanda para que fuera a dar una vuelta con el bebé, no hubo manera de convencerla. Ahora estoy pasando el trapeador para intentar desmanchar la cerámica.

Las chicas de limpieza del edificio trabajan solo una vez por semana, el resto depende de los inquilinos. Es algo cómico porque mañana debe venir una, pero me da vergüenza que se consiga con un chiquero como este.

Tengo la música en el televisor a volumen alto y me causa gracia que Andrés la disfruta, está en un corral de bebés que le compré mientras sonríe y ve su móvil de animalitos. Amanda está en el sofá con las piernas cruzadas y leyendo un libro.

La reproducción en aleatorio pone una canción perfecta para el momento, “mientes de Camila”. Comienzo a cantarla a todo pulmón llamando su atención, ya que, recuerdo cuando me terminó con una canción y siento que esta da en el clavo acerca de mis sentimientos actuales hacia ella.

Hago un puño en mi mano y canto a todo pulmón la parte que dice “Mientes, me haces daño y luego te arrepientes”. Ella baja el libro de sus manos y me doy cuenta por su expresión que está captando el mensaje.

—Deberías bajarle volumen a la música —alza una ceja y señala a Andrés con la cabeza — el bebé está durmiendo.

—¿Andrés? —señalo —está riendo mientras ve su móvil —me encojo de hombros —¿te sientes identificada de alguna manera? —sonrío.

Voltea los ojos y vuelve a su lectura, yo continúo cantando. La siguiente música es aún más irónica, es esa que me envió ella por el chat para romper conmigo. Yo me comienzo a reír a carcajadas y sigo trapeando.

Ahora la letra de esa canción me da igual, pero en el momento en el que la envió yo me sentí muy mal, me alegra haber superado todo eso y darme cuenta quién era ella realmente. Así pasé el resto del día aseando el apartamento, lo dejé impecable. Por suerte, el lunes iremos a recoger los resultados de la prueba de ADN y todo esto terminará.

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Llegó la noche y estoy acomodando las mangas de mi camisa de vestir, me veo en el espejo y casi me enamoro de mí mismo por lo guapo que luzco. Ja, ja, ja, debes en cuando es bueno levantarse la autoestima. Camino hacia una mesa y me aplico perfume, tomo el regalo en la caja y ahora sí, todo está listo para irme al cumpleaños de Verónica.

Salgo de mi habitación con una sonrisa de oreja a oreja, tengo el regalo en las manos y lo primero que veo al salir es a Amanda viendo televisión con Andrés en brazos. Está molesta porque en la tarde se auto invitó a la fiesta y le dije que no, lo mejor era que no se apareciera por allá considerando que ella y Vero nunca se llevaron bien. No quiero arruinarle la celebración apareciendo con mi ex y un hijo.

Abro la puerta del apartamento y camino por el pasillo, sorpresa, doña Telma está barriendo y hablando con otra vecina. Saludo por cordialidad y sigo hasta el elevador.

Ya en el estacionamiento me monto en mi auto, pongo la caja con el vestido en el asiento del copiloto y me voy de allí. Es la primera vez que voy al apartamento de Javier, pero sé que está cerca por la dirección que me dio Verónica.

“Esta escena va acompañada de la canción Lejos de reconocer de Mariana Vega”

Me tomó treinta minutos llegar al lugar, pues, di unas vueltas de más buscando el edificio. En la recepción una chica me atiende mientras está limando sus uñas, le doy el número del apartamento y ella llama para corroborar lo que digo.

Hace una seña con la mano para que siga hasta el elevador, presiono el botón del séptimo piso y ahí voy. Llego al pasillo, toco el timbre, me abren la puerta y están varios invitados, la hermana de Vero que tenía tiempo sin verla, Camilo, Tatiana, Erika, Estela y hasta Raquel. Hay otras personas, pero no tengo idea de quienes son.