Capítulo 36: Lo que creamos también puede transformarnos

Volvimos a Madrid entre abrazos y cansancio.
Las calles tenían ese olor de siempre.
El piso, los libros, los platos sucios. Todo era igual, pero nosotros no.

Pasamos días en casa.
Haciendo el amor con la calma de quien ha sobrevivido a algo profundo.
Escribiendo. Cocinando. Riéndonos sin mirar el reloj.

Hasta que Clara apareció en la puerta con una sonrisa enorme.

—Hay una productora independiente interesada en tu historia. Leen tu libro como si ya fuera una serie. Quieren reunirse esta semana.

—¿Una serie? ¿En serio?

—Sí. Y no solo eso. Les encantó la narrativa visual del libro. Preguntaron si Julián estaría dispuesto a trabajar el concepto visual. Diseño de personajes. Paleta emocional. Todo.

Nos miramos.
Era surreal.

La reunión fue intensa.
La productora era joven, creativa, arriesgada.
Querían libertad. Querían profundidad. Querían verdad.

—No queremos un producto. Queremos una experiencia —dijeron.

Y yo… dudé.

—¿Están seguros de querer mostrar tanta intimidad? —pregunté—. No es ficción. Es mi vida. Mi cuerpo. Mis sombras.

—Justamente por eso. Porque no hay nada más político que una mujer contando su deseo sin pedir perdón.

Julián tomó mi mano.
Me dio esa mirada que significa: esto puede ser más grande que nosotros.

Esa noche, hablamos sin filtro.

—¿Y si nos quita lo que somos? —dije.

—¿Y si nos transforma en algo más libre? —respondió él.

—¿No te asusta mezclar amor y trabajo?

—Ya lo hacemos todos los días. Con cada conversación. Con cada caricia. Esto solo sería otra forma de creación.

Lo miré.
Y supe que si lo hacíamos, debía ser con honestidad… y con límites claros.

—Entonces digamos sí. Pero a nuestra manera.

Nos besamos.
Y esa noche, hicimos el amor con una mezcla de vértigo y euforia.
Como si nos estuviéramos entregando a algo más grande que nosotros:
una historia compartida, llevada al mundo.

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