Capítulo 40: Lo que dejamos ir también nos libera

El día del estreno llegó con una mezcla salvaje de nervios y vértigo.

Valeria se miró al espejo largo rato.
No era la misma mujer que escribió ese manuscrito con rabia.
No era la misma que temía mostrar su dolor.

Era otra.
Una versión más entera, aunque con grietas.
Más real.

—Estás hermosa —le dijo Julián, ajustándole la pulsera—. Como si hubieras parido una estrella.

Ella sonrió.
Y lo besó, suave.

—¿Listo para que el mundo nos vea desnudos?

—Solo si estás a mi lado.

El teatro estaba lleno.

Amigos. Prensa. Desconocidos.
La actriz que la interpretó subió al escenario con lágrimas en los ojos.
Eva la abrazó con cariño auténtico.
Y Julián… estaba entre bastidores, con el corazón en llamas.

La pantalla se encendió.
Y la historia comenzó.

Las primeras escenas eran suaves, íntimas.
Luego, la intensidad creció.
Las cicatrices, los orgasmos, los silencios, los gritos.
Todo estaba allí. Sin filtros. Sin exageraciones.

Valeria tembló.
Pero no huyó.

Cuando aparecieron los créditos, la ovación fue inmediata.

Un mar de aplausos.
Gente de pie.
Lágrimas.

Horas después, caminaban por Madrid en silencio.

—¿Lo hicimos? —preguntó ella.

—Lo hiciste. Yo solo tuve el privilegio de acompañarte.

—¿Y ahora?

Julián se detuvo.

—Ahora… nos toca escribir una nueva historia. Sin cámaras. Sin guion. Solo tú y yo. Y lo que venga.

Ella lo miró.
El viento acariciaba su rostro.

—¿Te quedarás si decido no seguir con todo esto?

—Me quedaré si decides seguir siendo tú.

Se besaron en medio de la calle, entre taxis y semáforos.

Y supieron que el deseo puede ser un principio,
pero el amor es una elección constante.

Una pasión que no asusta, sino que sostiene.

Una historia que, por fin,
ya no necesitaba esconderse.

🖤 Fin de la novela.

GRACIAAAASSSS......