Capítulo 29: La Caída de los Velasco

El bosque se había transformado en un campo de batalla silencioso tras la explosión de luz que había dispersado a los Velasco. Mientras la noche comenzaba a desvanecerse y los primeros rayos del amanecer iluminaban el paisaje, Mariana sabía que la lucha no había terminado por completo. La magia oscura había sido debilitada, pero los hermanos Velasco seguían siendo una amenaza.

El anciano se movía entre los árboles, buscando señales de los hermanos que aún pudieran estar ocultos. Mariana, agotada pero decidida, sabía que debía enfrentarse a cada uno de ellos para asegurar que el pueblo estuviera a salvo. La determinación en sus ojos reflejaba la claridad de su misión: derrotar a los Velasco y restaurar la paz en El Encanto.

Primero se encontró con Sofía, la hermana menor, que había sido gravemente afectada por el hechizo de Mariana. Sofía estaba en un estado de debilidad, tambaleándose y con los ojos vidriosos. Cuando Mariana la confrontó, Sofía no ofreció resistencia; en lugar de eso, susurró con una voz quebrada:

—No puedo... más. La oscuridad que nos consume... es demasiado fuerte.

Mariana, con una mezcla de tristeza y resolución, se acercó a Sofía, despojándola de la magia oscura que aún la envolvía. Con un último encantamiento, liberó a Sofía de la influencia maligna, dejándola en un estado de vulnerabilidad pero sin la influencia de la oscuridad.

El siguiente encuentro fue con Javier, el hermano encantador cuya traición Mariana había sentido profundamente. Javier había estado intentando reorganizar su magia, recuperándose de la derrota inicial. Se enfrentó a Mariana con furia y desesperación, sus hechizos siendo más agresivos y peligrosos.

—¡No puedes ganar! —gritó Javier, lanzando hechizos con una intensidad salvaje—. ¡Esto es nuestro destino! ¡Te destruiré antes de dejar que sigas!

Mariana, con sus habilidades fortalecidas por la lucha y la magia ancestral, se defendió con habilidad. El combate fue feroz, pero la capacidad de Javier para manipular la magia oscura se desvaneció frente a la luz que Mariana emanaba. Finalmente, con un hechizo decisivo, Mariana desmanteló la magia de Javier, dejándolo derrotado y sin poder.

Con Javier y Sofía fuera de combate, la atención se centró en Lucía, la hermana mayor. Lucía había estado observando en silencio, su mirada llena de odio y determinación. La batalla con ella fue una prueba formidable. Lucía era experta en manipulación y engaño, utilizando su magia para crear ilusiones y distracciones.

—¿Realmente crees que puedes cambiar el destino? —desafió Lucía mientras conjuraba ilusiones que confundían a Mariana—. Los Velasco están destinados a reinar. No puedes detenerlo.

Mariana luchó contra las ilusiones, manteniéndose firme en su propósito. Su conexión con la magia ancestral y su determinación le permitieron ver a través de los trucos de Lucía. Con un hechizo revelador, desmanteló las ilusiones y enfrentó a Lucía en una confrontación directa. La batalla fue dura, pero al final, Mariana logró despojar a Lucía de su magia oscura y derrotarla.

Con tres de los hermanos Velasco derrotados, solo quedaba Gabriel, el líder. Mientras los primeros rayos del sol comenzaban a iluminar el bosque, Gabriel apareció, su presencia imponente y su aura oscura aún palpable. A diferencia de sus hermanos, Gabriel no estaba dispuesto a rendirse fácilmente.

—No has ganado, Mariana —dijo Gabriel con una voz cargada de desdén—. Aún puedo ofrecerte poder, una oportunidad de unirte a mí. Podemos gobernar juntos, traer un nuevo orden al mundo. ¿No deseas ser más que una simple guardiana?

Mariana lo miró con determinación, su resolución inquebrantable a pesar de la oferta tentadora de Gabriel.

—Nunca he deseado poder para dominar a otros —respondió con firmeza—. Mi propósito es proteger a mi pueblo y restaurar el equilibrio. Tu oferta no me seduce.

Gabriel, furioso, desató su magia más oscura en un último intento desesperado de convencerla. La batalla con Gabriel fue la más intensa de todas. Su magia era poderosa y destructiva, su control sobre la oscuridad parecía casi absoluto. Cada hechizo lanzado por Gabriel traía consigo una ola de oscuridad que amenazaba con consumir todo a su paso.

Mariana, con cada hechizo que Gabriel lanzaba, sentía el peso de la batalla. Su energía se veía constantemente desafiada, pero mantenía su concentración en su objetivo. Utilizando los conocimientos adquiridos del pergamino y la fuerza que había ganado a lo largo de la lucha, contraatacó con una luz brillante y pura que parecía desafiar la oscuridad misma.

—¡Rinde tu poder y termina esto, Gabriel! —exclamó Mariana mientras desataba un hechizo final, una explosión de luz que enfrentó la oscuridad con una intensidad inigualable.

Gabriel resistió hasta el último momento, su furia y desesperación evidentes. La batalla llegó a su clímax cuando la luz de Mariana penetró a través de la magia oscura de Gabriel, rompiendo su poder y desmoronando su influencia.

Con un grito de derrota, Gabriel cayó al suelo, su poder consumido por la luz que Mariana había invocado. La oscuridad que había envuelto el bosque comenzó a disiparse, y el sol de la mañana iluminó el paisaje, trayendo consigo un nuevo comienzo para El Encanto.

Mariana, herida y exhausta, miró a Gabriel derrotado, sabiendo que la batalla había llegado a su fin. Con el último de los Velasco vencido, la paz estaba finalmente al alcance de su pueblo.

El anciano se acercó, su mirada llena de respeto y admiración.

—Has hecho lo correcto, Mariana —dijo el anciano—. El Encanto está a salvo gracias a tu valentía.

Mariana asintió, sintiendo el peso de la victoria y el alivio de saber que su pueblo estaba libre de la oscuridad. La lucha había sido dura, pero había logrado su propósito. La restauración de la paz en El Encanto había comenzado, y con ello, un nuevo capítulo en su vida.