Capítulo 15

Samantha

Emma está en el colegio. Y yo estoy a punto de cometer una locura con una bolsa de galletas recién horneadas, preguntándome por qué demonios me puse esta camisa que marca más de lo que debería. Me repito que solo vine a dejarle unas galletas como agradecimiento. Nada más. Nada raro. Nada que implique mariposas.

Subo al porche del rancho Carter y toco la puerta, pero nadie contesta. Me quedo escuchando por si hay algún ruido dentro. Nada.

—Luke —llamo, dudosa.

La puerta está entornada. No mucho. Solo lo suficiente como para invitarme a asomarme. Golpeo un par de veces más y empujo suavemente.

—¿Luke?

En la casa nadie responde y no quiero invadir su ordenada intimidad, asique decido aventurarme alrededor de la granja. Nada más allá de los prados. Lo encuentro en el granero, sin camisa, lleno de polvo y con el cabello pegado a la frente. Está reparando la cerca que da al corral norte. La imagen debería incomodarme. Pero no. Me deja muda. Literalmente muda.

—¿Sam?

Parpadeo. ¿Me acaba de llamar “Sam”?

—Hola... te traje esto —digo, alzando la bolsa de galletas como si fuera un salvavidas.

Él se limpia las manos con un trapo viejo y me observa. Esos ojos grises lo ven todo. O al menos, eso parece. Me siento desnuda bajo su mirada, y eso que él es el que no lleva camiseta.

—Huelen bien —dice, tomando la bolsa sin apartar los ojos de mí—. Pero podrías haberte ahorrado el viaje. Una llamada, y yo pasaba por ellas.

—Lo sé. Pero Emma está en clase, y pensé que podía darte las gracias por todo en persona.

Luke asiente despacio. Me hace un gesto para que lo siga al porche trasero. Hay sombra, un poco de brisa, y una mesa con dos sillas viejas que crujen al moverlas.

Se sienta. Y bajo su atenta mirada, yo también.

Silencio.

Su conversación preferida mientras me mira. No es de los incómodos. Es de esos que llenan más que cualquier palabra.

—No tienes que traerme galletas cada vez que quieras verme —dice él de pronto, medio en broma.

—Y tú no tienes que estar sin camiseta cada vez que te vea —respondo antes de pensar.

Él sonríe. No mucho. Solo un poco. Pero en su cara, ese poco es suficiente para hacerme tragar saliva.

—¿Te incomoda?

—No —respondo, demasiado rápido.

Y eso hace que sonría más.

—Sam...

Ahí está de nuevo ese apodo. Suena distinto en su voz. Como si me perteneciera de toda la vida.

—¿Te molesta que te llame así?

—No. Solo... hace tiempo que nadie lo hace.

Me mira. Otra vez, como si pudiera ver las partes que intento esconder. Me siento acorralada, solo porque Luke Carte parece mirar en lo mas profundo de mi alma.

—¿Te trataron mal?

Respiro hondo. Estoy cansada de huir. Cansada de fingir que todo está bien y que me maten si este hombre no sabe leerme. Sabe mas de mi que yo misma e intenga ser cuidadoso, eso me desmonta,

—Fui un error para mi familia. Y para el padre de Emma. Así que sí, me trataron mal. Pero ya no más.

Él no dice nada. Se limita a mirarme. Como si fuera suficiente.

Y por un segundo, lo es.

—Tú no pareces el tipo que se queda —le digo.

—No todos somos lo que parece. A veces, algunas personas valen el intento.

El corazón me da un vuelco. Porque no es solo lo que dijo. Es cómo lo dijo. Cómo me miró al decirlo.

Nos quedamos así un buen rato. No hay nadie más alrededor. Solo el crujido del porche, el olor a madera y algo que crece en el aire. Algo tibio. Inevitable.

Me levanto para irme. No porque quiera, sino porque sé que si me quedo un minuto más, voy a hacer algo estúpido. Como acercarme demasiado.

Pero él también se levanta. Y cuando me da la bolsa vacía, nuestras manos se rozan.

Ese roce me sacude de pies a cabeza.

—Gracias —murmuro.

—Cuando quieras —responde.

Nos quedamos muy cerca. Tan cerca que si me moviera un centímetro, podría apoyarme en su pecho.

Pero no lo hago. Y él tampoco. Porque ambos entendemos que esto no es cualquier cosa.

—Nos vemos, Luke.

—Nos vemos, Sam.

Y al irme, no puedo evitar mirar por el retrovisor.

Él sigue ahí.

Mirando.

Como si esperara que regrese.

Y tal vez… tal vez lo haga.