16. Legado de un soldado.

—¿Una historia...? ¿Sobre qué?

—Cuéntame... cómo te uniste al ejército.

—Oh... Es una historia graciosa... Ahí conocí a tu padre. En esa época sí que era un tonto, soñador... pero tonto.

—¿Qué tan tonto?

—Andrés era tan tonto que... jajaja... durante un patrullaje, metió su cabeza en un agujero de un tronco buscando setas, y una rata le saltó a la cara, jajajaja. —Sus risas fueron cortadas por una fuerte tos. —En fin... Me enlisté por convicción; quería ayudar a mi manera. Nunca fui buena con los números o con las personas, pero sí que le daba muchas palizas a los niños durante la escuela jajaja.

—Usaste tu fuerza para pelear por Pachamama...

—Así es... Andrés y yo nos enlistamos el mismo día. El entrenamiento fue infernal, pero nos apoyamos el uno al otro. Una cosa llevó a la otra y... saliste tú. Serví cuatro años, pero cuando llegaste, me quedé en casa para cuidarte. Después llegó tu hermana. Tu padre siguió su carrera; quería llegar a ser teniente y mucho más, para asegurarse de que nunca nos faltara nada. Y también... —Se quedó callada tratando de recordar.

—Yaya... —Al ver cómo se le iba la cabeza, la sostuvo. —¡Eh...! ¿Cómo fue que te convertiste en sacerdotisa?

—Ah, sí... Un par de días a la semana, tus abuelos venían a cuidarlos. En esos días decidí ponerme a estudiar. No quería ser una simple ama de casa, pero tampoco podía volver al ejército. Quise asegurarme de poder seguir con ustedes...

Yaya, a pesar de tener una sonrisa, tenía una mirada vacía que parecía ver a través de ella. Desvió la mirada a su alrededor, viendo las siluetas triangulares que los rodeaban.

—Esto me recuerda a cuando salimos de campamento... al valle entre los picos.

—¿Campamento? —Desvió la mirada, viendo también esas siluetas. Ahora se hacía obvio, pero por todo lo que había ocurrido no lo había notado. —¿Esas son...? ¿Carpas? —Trató de distinguirlas sin moverse de su lugar. Normalmente, se habría fascinado, pero como iban las cosas...

—Revísalas por mí. Mamá está muy cansada...

Valeria dudó en alejarse de su lado, pero Yaya insistió al señalar las carpas con la cabeza. Se levantó solo para una rápida revisión. Las carpas de cuero en su interior resguardaban restos de esa tribu perdida; quizás con lo que había aquí, por fin, podrían darle un nombre oficial. Parcialmente enterrados, vio los esqueletos de los antiguos habitantes. Encontró un fémur, costillas y un cráneo. Los huesos tenían hendiduras que formaban las runas que ya había descubierto. Seguía sin entender cómo era posible que la tribu pudiera tallar sus huesos, a menos...

—Hm? —Al seguir cavando, encontró otro cráneo, esta vez mucho más pequeño, dejándole asumir que se trataba de un bebé, en el cual notó las mismas hendiduras. —Pero qué... —Rápidamente, regresó con Yaya trayendo estos huesos.

—¿Algo interesante?

—¡Solo más preguntas! Parece que, de alguna forma, la gente de esta tribu nacía con las runas en sus huesos... Pero... ¿Cómo?

Valeria comenzó a decir sus teorías, mientras por su lado los demás hacían lo posible por cavar hasta el siguiente túnel.

—¿Me oyen? ¿Alguien? —Carolina, tratando de operar la radio, pero solo era recibida por la fría estática. —Algo está bloqueando la señal... ¿Ustedes qué tal?

Siendo los que salieron mejor parados hasta ahora, Luis y Kiano eran quienes excavaban el túnel usando las palas de supervivencia que trajeron en su equipo.

—Sin prisa, pero sin pausa... —afirmó Luis disimulando su cansancio. Siguió cavando hasta golpear algo. Apartó la tierra con las manos hasta descubrir un cristal morado brillante. —¡Hey! ¿Esto no es...?

—Un cristal titán morado, como el que encontramos en la primera expedición... —mencionó Carolina acercándose. La estática en la radio aumentó. —Parece que esto es lo que causa interferencia...

—¿O sea... ¡¿Esta cosa es radioactiva?! —Luis lo dejó caer.

—¿Qué más da? —mencionó Kiano. —Los titanes nos protegen; ese poder impuro no nos hará nada...

—¿Ya conocías estos cristales?

—Nos encontramos con algunos en las cuevas. Antes de que preguntes, no sé qué tienen de especial. Esa información no la comparten con los guerreros, aunque escuché rumores de un sacerdote. Dicen que el poder dentro es inestable o algo así.

—¿Inestable...? Tengo una idea. —mencionó Luis. Al ver a Carolina alzar una ceja, aclaró. —¿Qué pasa? Valeria no es la única que puede tener ideas en este equipo.

Por su lado, Valeria, con su mano buena, acomodó los huesos en el suelo cerca de Yaya, que los estudiaba con la mirada.

—Este va... aquí. —Acomodaba huesos formando un esqueleto, haciendo que las runas en estos se conectaran en un gran esquema. —Hm... Quizás... No, no... Tal vez... No tampoco.

Mientras Valeria se rompía la cabeza descartando sus propias hipótesis, Yaya observaba con calma las runas.

—¿Recuerdas la cuarta... enseñanza de Pachamama?

—Eh... —Valeria hizo memoria, pues no había estudiado tanto de otros titanes. —Es... ¿El ambiente te nutre y tú nutres al ambiente?

—Explícamelo.

—Pues... significa que... como personas, al crecer somos moldeados por las personas de nuestro ambiente hasta formarnos y entonces...

Yaya recuperó la fuerza para levantar la mano y tirarle de la oreja.

—¡No! ¡Te dije que dejaras de inventarte respuestas sobre la marcha! ¡Cof...! ¡Cof! —Alzar la voz la hizo toser hasta quedarse sin aire.

Valeria tomó de nuevo su mano.

—¡Lo siento, Ya... ¡Mama! No te enojes...

—No estoy enojada... Escucha... Las personas no son solo moldeadas por otras personas, sino por su ambiente. Hasta el más mínimo detalle contribuye a nuestra formación: el agua que bebemos, la comida que comemos, los suelos por los que caminamos... —Estiró la mano hasta tocar el fémur del esqueleto cargado con las runas, haciéndolas brillar en un bello color verde. El brillo se extendió por todo el esqueleto, haciendo las runas más fáciles de apreciar.