Capítulo 18

La Tensión Desatada

"A veces la esperanza llega con forma de espada… y a veces con forma de traición."
— Refrán popular en los puertos de Astereth

El crepúsculo teñía de carmesí las almenas del castillo de Astereth, mientras las sombras crecían al compás de la incertidumbre.

En los pasillos y salas resonaban ecos de susurros y miradas cruzadas, porque el equilibrio tan frágil que sostenía a la princesa Lira comenzaba a tambalearse.

En la biblioteca privada, un espacio reservado para los nobles y los más cercanos, Kael esperaba con la paciencia de un depredador que sabe que la presa está cerca, pero aún no puede ser atrapada. Frente a él, con la espalda erguida y los ojos llenos de desafío, estaba Theron, el sanador, protector silencioso y amigo fiel de Lira.

—Sabes que no eres bienvenido aquí —dijo Kael con voz fría, estudiando cada línea del rostro de Theron.

—Y sin embargo, aquí estoy —respondió Theron, sin perder la compostura, aunque sus dedos se cerraron con fuerza alrededor de una pequeña bolsa de hierbas que llevaba consigo.

Kael dio un paso adelante, reduciendo la distancia, pero sin perder el control.

—No pretendo hacerte daño, al menos no aún. Pero este castillo está lleno de secretos, y tú, sanador, no eres tan inocente como aparentas.

Theron lo miró con desdén.

—¿Y qué sabes tú de inocencia? Eres un forastero que juega a ser noble, envuelto en mentiras y máscaras.

—Mentiras necesarias —respondió Kael—. Para sobrevivir. Para cumplir con lo que se espera de mí.

El silencio se tensó como una cuerda al límite. En ese instante, la puerta se abrió y entraron Lady Nyra, consejera astuta y experta en política; sir eron, capitán de la guardia real y leal hasta la muerte; y Sira, dama de compañía de la princesa, cuya intuición aguda rara vez fallaba.

Lady Nyra observó la escena con ojos calculadores.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó con voz firme.
Kael dio un paso atrás, pero su mirada no se suavizó.

—Nada que deba preocuparla, señora —dijo—. Solo una charla entre conocidos.
SIr Eron, con las manos apoyadas en la empuñadura de su espada, vigilaba atentamente.

—Esta charla no parece casual —comentó.

Sira se acercó a Lira, que había entrado silenciosa tras ellos, y le susurró al oído.

—Darian está demasiado cerca. No confío en él, princesa.
Lira asintió, aunque su corazón latía con fuerza y sus pensamientos estaban enredados. Aún no podía descubrir la verdadera identidad de Darian, ni sospechaba la magnitud del juego que se tejía a su alrededor.

Kael, consciente de las miradas que lo escrutaban, alzó la voz.

—Mi única intención es ayudar a que este reino no se pierda en el caos. Pero para eso, necesito conocer a quienes lo protegen... y a quienes lo amenazan desde dentro.

Lady Nyra frunció el ceño.

—Hablas como si fueras uno de nosotros, pero nadie aquí te ha otorgado confianza.

Theron se adelantó.

—¡Basta! —exclamó—. No podemos permitir que esta tensión divida lo que queda de Astereth. Hay enemigos visibles y ocultos. Nuestra prioridad debe ser proteger a la princesa y al reino.

Lira dio un paso adelante, con voz clara y decidida.

—Theron tiene razón. No seremos nosotros quienes caigamos en trampas internas.

Pero debemos estar atentos, no olvides que no eres más que un invitado, y que cada uno aquí vela por su propia vida.

Kael sonrió, un gesto enigmático.

—Entonces es un placer ser su invitado y su enemigo a la vez.

La atmósfera quedó cargada de una tensión que ningún diálogo podía disipar. Cada uno de los presentes sabía que aquel momento era solo el preludio de una batalla más profunda, en la que el corazón, la lealtad y la verdad serían las armas más peligrosas.

Mientras los ecos de aquella confrontación resonaban en las piedras del castillo, en el exterior, la noche terminaba de caer, y con ella, la oscuridad parecía reclamar cada rincón de Astereth.