Capitulo 39. El trabajo de Rosa

Rosa

—Rosa, que alegría que hayas vuelto.

—No he vuelto para trabajar, voy a recoger mis cosas, y por cierto Blanca, yo tampoco te aguanto—Pase de largo por delante de ella. Ni siquiera la mire.

—Vamos, vamos,

—No tenemos nada en común, ahora me doy cuenta, cada una hemos escogido caminos diferentes, yo no lo quería admitir, pero al fin he abierto los ojos, lo que más me entristece es que haya tenido que morir una amiga para darme cuenta.

—¿Ha muerto una amiga vuestra? ¿Porque no me lo has dicho? Te habría dado el día libre.

—No quería…—No le salían las palabras y bajo la cabeza. Pero me puse firme, cogí mis cosas del armario y vi algo raro, algo sobresalía del bolso de Blanca, pero no me importó, no dije nada y cerré el armario.

—Pero ¿a dónde vas a trabajar ahora?

—Mi sueño es ser peluquera y la tía de una amiga me dio un trabajo en su peluquería.

—¿Pero estarás mejor que aquí?

—¿Aquí? No he estado nada cómoda con Blanca conmigo, así que si, estaré mucho mejor que aquí.

—¿Que os ha pasado?—Cerré la puerta y ya no escuché nada más. Era sábado así que la peluquería estaba llena.

Hoy era mi primer día, Amber estaba ahí esperándome para enseñármelo todo. Ya que su tía tenía muchos clientes y no podía estar por mí.

—El siguiente que se ponga con Ramón, le lavara el pelo—Dijo la tía de Amber.

—¡Rosa! Creía que no vendrías.

—¿Lo dices en serio? He ido a por mis cosas, nada más. Bueno, ¿por dónde empiezo?

—Veras, como eres nueva vas a tener que hacer otras cosas antes de tocarle el pelo a la gente.

—De acuerdo, ¿qué hago?

—Amber, dile a tu amiga que puede empezar barriendo el suelo—¿Es en serio?

—De acuerdo, por un sueño, lo que haga falta.

—Más rápido mujer, que se noten esas ganas de trabajar—Ya habían pasado dos horas y lo juro por mi madre que lo hacia lo más rápido que podía.

—Tía Aurelia por favor, no seas tan dura con ella. Ayer se le murió una amiga—Susurró pero lo escuché, a veces tener el oído más desarrollado que los demás me causa sensaciones extrañas.

—A mí se me murieron cuatro maridos y aquí estoy levantando este local—¿Cuatro? ¿Pero que les da de comer?

Pasaron horas, me pareció una eternidad pero por fin eran las 20:00 de la noche y me pude ir, ¡libertad! ¿Es raro que lo diga? De hecho este es el primer trabajo que ha estado más cerca de mi sueño.

—Si, por supuesto, ahora te lo traigo—Blanca estaba hablando por teléfono, me escondí mientras veía que tenía un libro en el bolso. Lo sacó y lo hojeo.

¿Que estará haciendo? Un libro de… ¿conjuros? Leí el titulo, ¿que estará pensando en hacer?

—¡Blanca!

—Señora Sienna—Guardó el libro con mucha rapidez, eso es extraño. —¿Qué pasa?

—Hay un libro antiguo de conjuros, no lo habrás visto por casualidad ¿verdad?

—¿Un libro de conjuros? Pues no, la verdad ¿Por qué? ¿Qué pasa con él?

—Era una herencia familiar, ahí hay hechizos, conjuros y pociones muy peligrosos y poderosos, si alguien lo hace servir sin mucha experiencia ¡puede ser una catástrofe!

—Tranquila, le avisaré si lo encuentro.

—Gracias, a ver donde estará—La señora Sienna se fue muy disgustada. ¿¡Se lo ha robado!? Vaya, vaya…

—Lo siento mucho señora Sienna, prometo que se lo devolveré—La escuché.

Se puso delante de la puerta de la casa de la adivinación, ahí es donde viven Luna y Sol, ¿estará pensando en reunir los ingredientes todavía? Pero si no nos vemos, ¿qué más le dará?

—Luna, ya estoy aquí.

—Pasa—Luna observo por los alrededores para ver si había alguien espiando, menos mal que no me vio.

¿No querrá estar conectada a mi aunque ya no trabajemos juntas? ¿Tan desagradable soy para ella que no puede soportarlo?

Bueno, eso no me debería importar ahora, la verdad es que, me pone muy furiosa pero no me quiero separar de ella, cuantos años la he estado buscando y cuando la encuentro… me doy cuenta que se ha convertido en una mujer egoísta total.