Entre castillos de cartón

En un mundo donde la libertad absoluta es más un anhelo que una realidad, existen historias diversas ahí fuera; historias de personas libres que esperan a ser escuchadas, atendidas, apreciadas.

El mundo está completamente repleto de seres vivientes y malvivientes; algunos afortunados y otros, ahogados en desdichas, seres considerados como inexistentes y de vidas maltrechas.

En el mundo hay personas, sí. Pero cada persona es un mundo totalmente distinto, un relato o una historia de la que nadie sabe. Un cuento del que aún no ha escrito nadie.

La libertad absoluta tiene un precio, demasiado alto para quienes nunca la tuvieron; aunque, es la realidad confusa de quienes la han vivido en carne propia. Demasiado extraña para ser estudiada, demasiado dura para ser aceptada, de tan poca importancia, como para ser atendida.

No hay sensación más terrible que levantarte cada día con la duda de si comerás, si vivirás hasta la próxima mañana y así sucesivamente.

Vagar por las calles de la ciudad, una ciudad que se divide entre ignorar tu presencia o, tratarte con desprecio absoluto. Una ciudad que perdió su empatía.

Más triste aún, es el terror que se avecina cada maldita noche, dormir en el suelo o sobre fríos cartones sin tener la certeza de si sobrevivirás otra helada noche de invierno. Ni siquiera puedes tener la seguridad de que no vendrá nadie a hacerte daño mientras descansas, porque sabes que ahí fuera existen seres terribles, dominados por la maldad que corroe sus almas.

El mundo es su hogar, el azul cielo su techo y el duro concreto su cama. Nacidos para comerse al mundo, devorados por el mismo.

Vivir entre el odiar la vida y el temor a perderla. Alimentarse de manjares perdidos en contenedores y beber de la lluvia o en ríos y arroyos.

Así es la vida de quienes lograron la libertad “anhelada”. Seres que, entre castillos de cartón, ven pasar otra mañana.