Capítulo 11 parte 2

Como si la vida no estuviese del todo conforme con hacerla reencontrarse con una dolorosa parte de su pasado, ahora la estaba haciendo cruzarse con él en su propio trabajo.

El lunes y martes habían pasado con tranquilidad, horas suficientes entre archivos a ordenar de la empresa, café caliente y una cena con Nicholas... simplemente tiempo para olvidarse de la reaparición de Daniel, pero entonces había llegado el miércoles, Layla siempre había sentido un poco de recelo contra los miércoles, porque además de tener el nombre con más letras que los demás días de la semana, estaba a la mitad de los días laborales, ella actualmente odiaba estar a la mitad, de cualquier cosa.

A parte de sus nueve letras, aquel día trajo consigo un nuevo encuentro con Daniel, Layla lo vio antes que él a ella.

Estaba entrando a la sala de descanso, con su enorme taza blanca que Lía le había regalado la última navidad, cuando lo vio de espaldas a ella abriendo cajones con actitud desesperada, en cuanto lo reconoció quiso regresar por donde había llegado, buscando ahorrarse la incomodidad de un nuevo encuentro, pero entonces accidentalmente había chocado con la puerta y el ruido había sido demasiado evidente, así que simplemente entró en la habitación con él mirándola.

—Hola —dijo ella, dirigiéndose lentamente hacia la cafetera, mientras mentalmente pataleaba y gritaba como una niña pequeña al tener los resultados opuestos a los deseados.

—Layla... —respondió él a modo de saludo, por algún motivo escuchar su nombre salir de su boca en aquella habitación pequeña le pareció asfixiante.

Entonces él sonrió, un poco avergonzado la miró.

—Estaba buscando azúcar —ella le señaló el cajón en el que guardaban lo que él buscaba, sin poder evitar recordar el inútil dato de que hace años él tomaba café solo.

Ella sirvió café en su taza, el ruido del líquido contra las esquinas de la porcelana era lo único que se escuchaba un poco más que el invisible latido de sus corazones.

—No te gustaba el café —entonces lo miró.

Lo recuerdas, me recuerdas...

Una mezcla de añorante alivio se instaló en su pecho, no era la única que aún sabía cosas sobre el otro, o al menos el antiguo otro.

De inmediato él apartó la vista, parecía arrepentido de haber hablado

—Y tú lo tomabas sin azúcar —dijo ella para equilibrar la situación, no le avergonzaba saberlo, porque aún existía aquello; ellos dos conociéndose, en el pasado, pero existía y ella no deseaba borrarlo o desaparecerlo al contrario de lo que Daniel parecía querer.

—Ya no somos los mismos —dijo él después de mirar hacia su propia taza, entonces como si nunca hubiese estado ahí aquella pizca de nostalgia, él la miró sin expresión alguna

—No estoy de acuerdo... Yo creo que somos los mismos solo que cambiamos en algunos aspectos —dijo ella como quien tiene una conversación casual, sin pensar demasiado o rebuscar las respuestas, él negó con la cabeza.

—Ya no te conozco, no sé quién eres ahora y tú tampoco sabes quién soy —dijo él y nuevamente pareció arrepentirse de hacerlo.

Me conoces aun, en el fondo nunca deje de ser tu Layla...

Pensó ella y en seguida se reprimió mentalmente por el orden de sus palabras.

Tú me conoces aun, en el fondo nunca deje de ser esa Layla.

Rectificó.

Necesito salir de aquí...

Pensó él, mientras se soltaba el botón del cuello de la camisa, como si el café le estuviese causando demasiado calor.

Sin despedirse él salió de la habitación y Layla tuvo que sostenerse de la encimera durante algunos segundos antes de volver a su mesa de trabajo, no sabía cuántos nuevos encuentros podría soportar antes de decir en voz alta alguna de esas cosas inadecuadas que su corazón mandaba a su cerebro en forma de frases nostálgicas, tristes y anhelantes.

Tengo una vida ahora, tengo todo ahora...

Sus zapatos resonaron cuando dejó atrás aquella habitación y llevó con ella su taza de café y el deseo de nunca haber deseado volver a verlo.