Capítulo 33

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—𝓒.𝓑─

Los días restantes para volver a Hogwarts pasaron sorprendentemente rápidos, como si el tiempo quisiera sumarse al entusiasmo que me embargaba. Si no hubiera descubierto la existencia de mi tía perdida, diría que estos días fueron simplemente perfectos.
Al llegar a la mansión, mamá no mencionó nada sobre mis semanas con los Weasley, y en cambio, nos sumergimos en una reunión privada junto a los Malfoy y otros allegados a la familia.

Para mi sorpresa y orgullo, Draco también fue elegido como prefecto, lo que solo demostraba que su esfuerzo y liderazgo no pasaban desapercibidos.

—En tu mochila volví a agregar la bolsita sin fondo, ya sabes —mamá volvió a besar mi frente y me envolvió en sus brazos—. Voy a extrañarte mucho, por favor no vuelvas a irte así —musitó en el abrazo.

Josephine se empeñó en estar junto a mí los pocos días que estuve en casa, y aunque fue un gesto lleno de amor, no podía evitar sentir cierta incomodidad. Aunque no es malo conocer la otra versión de los hechos, no me atreví a preguntarle sobre el tema. Ella realmente estaba avergonzada por las declaraciones de Sirius, y eso solo me hacía pensar en lo complicado que podían ser los lazos familiares.

—Los quiero —me despedí, abracé a papá y di la vuelta hacia el tren, donde Draco me esperaba impaciente.

—¿Ya? Perfecto —me tomó del brazo y nos adentramos al tren, pasando vagón tras vagón.

Mi situación con Draco era confusa. Cuando lo vi en la reunión que nuestros padres organizaron, él actuó como si la última vez que nos vimos no hubiera habido gritos y llantos de por medio. Por cómo terminamos esa vez, estaba segura de que no sería fácil reconciliarnos. Aun así, me encontraba observándolo llevarme casi a rastras hacia el vagón de prefectos. Draco abrió la puerta y rápidamente tomamos asiento juntos, pero algo en ese momento me sorprendió por completo.

Lo vi sacar de su bolsillo un pequeño paquete envuelto en papel dorado y me lo entregó con una sonrisa tímida.

—Es para ti —dijo, y mi corazón dio un vuelco ante ese gesto inesperado.

Abrí el paquete con cuidado y encontré un colgante de plata en forma de una pequeña constelación. Era hermoso y delicado, y su brillo me recordaba el destello de la magia misma. Me quedé sin palabras, incapaz de expresar lo que sentía en ese momento.

—Es Draco, mi constelación —explicó él, con cierta carisma—. Y si la llevas siempre contigo, quiero que recuerdes que siempre estaré ahí para ti, incluso en los momentos más oscuros.

Aquellas palabras me llegaron al corazón, y supe en ese instante que las barreras que nos separaban se estaban desvaneciendo poco a poco. Había algo en Draco que me atraía, algo más allá de su orgullo y su pasado. Era una conexión especial que no podía ignorar... pero detestaba que no podía aceptarlo por completo.

—Gracias, Draco —susurré con sinceridad—. Es hermoso, y significará mucho para mí.

Él asintió con una sonrisa genuina y me tomó de la mano, entrelazando nuestros dedos con delicadeza.

—Quiero que sepas que lamento mucho cómo terminaron las cosas la última vez —dijo con sinceridad—. Yo...

Pero justo entonces, la puerta del vagón se abrió, revelando dos personas que no esperaba del todo.

—¡Hermione... ¿Ron?

—Creo que nos equivocamos —Draco me volvió a tomar mi brazo y tuvo la intención de levantarse, hasta que un chico de Ravenclaw soltó un suspiro y lo miro severamente.

—No es gracioso, Malfoy —dijo este—. Tenemos que discutir todo lo relacionado con nuestros cargos. Luego de los jefes de casa, nosotros representaremos a las nuestras y pondremos el ejemplo —volvió a mirar a Draco.

Ahora, una chica de Hufflepuff junto a Hermione y el muchacho de Ravenclaw empezaron a comentar sobre las responsabilidades que llevaríamos respectivamente.

Había pasado un buen rato cuando la señora del carrito pasó por el vagón, dándonos un tiempo para disfrutar de algo pequeño. Draco retuvo mi mano suavemente, deteniéndome antes de que pagara por los dulces y bebidas. Me sorprendí por el gesto y lo miré con curiosidad.

—Déjame invitar esta vez —dijo Draco con una pequeña sonrisa en sus labios.

Titubeé por un momento, pero finalmente acepté su oferta con una sonrisa agradecida. Ambos compartimos una mirada intensa, llena de significado, pero antes de que pudiéramos decir algo, Hermione intervino.

—Vamos, chicos, tenemos que seguir organizando nuestras responsabilidades como prefectos —dijo ella, recordándole el propósito al encuentro.

Reluctantes, dejamos el carrito y nos dirigimos de nuevo al compartimiento para continuar con la planificación. Sin embargo, el breve momento compartido entre nosotros había dejado un eco en mi corazón, uno que ninguno podía ignorar.

Durante el resto del viaje, me encontré más confundida que nunca. Mis sentimientos por Draco eran realmente intensos, pero también estaba George, quien era dulce y amable. Me sentía dividida entre lo que dictaba mi corazón y las expectativas que otros tenían para mí.

Cuando la reunión culminó y pudimos salir del vagón, Tardamos unos minutos en llegar el otro donde se encontraban Pansy, Blaise, Theo y Daphne. Al entrar, todos se levantaron con una sonrisa enorme, como si estuvieran esperando la más mínima interacción para comenzar a celebrar.

Y así fue, cada uno me abrazó y dedicó algunas palabras, pero cuando volteé hacia Draco, este ya se había escabullido. Pansy me tomó del brazo y ambas nos sentamos, e ignorando la ausencia de Draco, empecé a entregar los pasteles y bebidas que compré a cada uno.

—¿Anthony Goldstein y Padma Patil? —repitió Daphne, cuando me encontraba comentando sobre los otros prefectos.

—Quién sabe qué pasa por la cabeza del anciano —comentó Blaise con una sonrisa irónica—. Aunque, supongo que ser prefecto no significa que Weasley haya dejado de ser Weasley.

—Exacto, sigue siendo el mismo pelirrojo problemático de siempre —añadió Theo, riendo.