Capítulo 5: Dudas y miedo.

Hay días en los que todo parece estar en orden, pero dentro de mi hay un ruido constante, una vocecita que no me deja en paz. No es que dude de cómo luzco, ni de lo que la gente ve en mí, sino que la inseguridad viene de otro lado. De ese lugar donde la confianza se desvanece y el miedo a fracasar se cuela en cada pensamiento.

Crecí madurando rápido, más de lo que debería para mi edad. Aprendí a cuidar a los demás como si esa fuese mi obligación, pero en ese camino, muchas veces me olvidé de mí misma. Siempre quise ser la que sostiene, la que no se cae, la que protege. Sin darme cuenta, me fui quedando sin espacio para respirar, para equivocarme, para simplemente ser.

Me aterra la idea de no lograr lo que sueño, de no estar a la altura de las expectativas, ya sean mías o las de los demás. No puedo evitar sentir que, si caigo, me voy a quedar atrapada en ese lugar oscuro donde el fracaso es una sentencia, no una lección. Esa presión constante me hace dudar, y a veces paraliza.

Mis padres, por su parte, siempre quisieron protegerme, aunque muchas veces eso se sintió como un muro que me impedía crecer a mi manera. No sé si es culpa de ellos, o sólo parte del camino, pero esa sobreprotección hizo que me preguntara si realmente puedo manejar mi vida sola, sin que alguien esté cuidándome todo el tiempo.

A pesar de todo, mi sueño sigue ahí, intacto. Quiero ayudar, quiero que las personas que me rodean se sientan menos solas, que encuentren un lugar seguro donde puedan ser ellos mismos. Y quizás por eso a veces me pierdo, porque pongo tanto de mí en los demás que olvido mirar hacia adentro, hacia lo que realmente necesito.

Quizás esta etapa, con ellos, con la música, con las risas y los momentos inesperados, sea la oportunidad que necesito para aprender a cuidarme también. Para permitirme ser frágil, para dejar que otros me cuiden un poco, sin sentir que eso es un fracaso.

Quizás, sólo quizás, sea tiempo de dejar que algo nuevo crezca dentro de mí.