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Era el día de la carrera. Luego de la escuela me fui a mi casa, pues ahora debía buscar la manera de poder ir sin que mis padres lo supieran. Ni siquiera intentaría decirles lo que haríamos, sabía que dirían que no.

Pensé en lo más obvio: mentir.

—¿Puedo salir hoy con la hermana de Víctor? Me invitó a comer pizza sus amigos —dije algo nerviosa.

—¿Dayana no tiene diecisiete? —Preguntó mi papá—. No sabía que tenías amigas tan grandes —comentó con cierta sospecha. Por suerte, él no sabía de la conducta rebelde e irresponsable que a veces tomaba la chica, por lo que la edad era lo que le preocupada, igual que a mi mamá, quien casi no había opinado.

—Sí, pero ira Víctor también —mejoré mi mentira incluyéndolo—, últimamente nos la pasamos con los de último año, son agradables.

—No lo sé, ¿podrías darle a tu mamá el número de Dayana para que hable con ella?

—No lo tengo, pero llamaré a Víctor y le diré que me lo dé —dicho eso terminé de comer y subí a mi habitación; antes, claro, tomé el teléfono inalámbrico de la casa.

Obviamente, mentí sobre no tener el número de Dayana, pues claro que lo tenía. También mentí sobre llamar a Víctor, eso era solo para ganar tiempo y crear algún plan.

—¿Aló? ¿Quién es? —preguntó Dayana.

—Soy yo —suspiré—. Ag... Ally.

—Hola, enana —me saludó—. ¿Qué pasa? ¿Te dejaron ir?

—Pues... Tienes que hablar con mis papás y decirles que iremos a comer pizza con Víctor y tus amigos.

—Buena estrategia, pásamelos.

A continuación, le pasé el teléfono a mi mamá, quien habló con ella y, por lo que vi, le convenció.

—Bien, puedes ir —dijo entregándome el teléfono para llevarlo a su lugar—. Pero te llevaremos y luego te iremos a buscar.

¿Me iban a qué? ¿Acaso Dayana sabía de esto? Me fui por lo seguro y, luego de asentirle a mi mamá, volví a mi habitación para llamar de nuevo. Dayana no contestaba.

Esa es otra desventaja de mentir: cualquier cosa puede volverse un obstáculo para mantener dicha mentira.