CAPÍTULO 2. Kiel.

Dicen que soy el chico que tiene todo.
Popular, deportista, con una sonrisa fácil y una vida que cualquiera en el instituto querría tener.
La verdad es que, si supieran cómo suena mi casa cuando las luces se apagan, nadie envidiaría nada.

Mi padre siempre tuvo una forma particular de enseñar disciplina.
Y mi madre, bueno, aprendió a fingir que no escucha.
Yo aprendí a fingir que no duele.
Funciona casi siempre.

Supongo que por eso me volví bueno en las apariencias. Sonreír, bromear, coquetear con las chicas, dejar que piensen lo que quieran. Es más fácil eso que explicar por qué a veces me quedo mirando demasiado a ciertos chicos. Por qué me asusta lo que siento.

Entonces lo vi a él.
Axel.

El nerd del que todos se burlan. El que camina con la cabeza baja, como si el mundo fuera un error que tiene que corregir. Nunca pensé que me llamaría la atención alguien como él. Ni que sería la primera persona que me miraría sin intentar adivinar quién soy.

Al principio solo me daba curiosidad. Quería entenderlo, saber por qué parecía tan ajeno a todo. Pero mientras más lo observaba, más me descubrí en él.
Esa misma necesidad de esconderse. Ese miedo a que te descubran. Esa forma de vivir a medias.

No sé en qué momento pasé de burlarme de él a buscar su mirada en los pasillos.
Ni cuándo empezó a importarme si sonreía o no.

Dicen que el amor te cambia, pero a veces lo que te cambia primero es el miedo.
Y yo... Todavía no sé si estoy listo para dejar que alguien me vea de verdad.