CAPÍTULO 40. Dos días para el baile. (Kiel).

Faltaban apenas dos días para el baile, y yo no podía quitarme de la cabeza la sensación de que todo iba a cambiar. Nervios, emoción y un cosquilleo extraño en el pecho me acompañaban mientras caminábamos hacia el centro comercial.

—Vamos, chicos —dijo Noah, como si supiera exactamente lo que estaba pasando en mi cabeza—. ¡Esto será divertido!

Luna, por supuesto, estaba radiante y en modo organizadora, arrastrando a todos, riendo y comentando sobre cada escaparate. Axel caminaba a mi lado, y yo no podía dejar de mirarlo de reojo. Cada vez que se volteaba a hablar con Luna o Noah, sentía un nudo en el estómago. ¿Se notaría que estaba tan nervioso? Probablemente.

Cuando llegamos a la tienda, Luna nos llevó directamente a los vestidos. Cada prueba era un pequeño espectáculo: girar frente al espejo, girar otra vez, sonreír, preguntar opiniones… Y yo no podía apartar la vista. Después de casi una docena de vestidos, Luna se detuvo frente a uno que parecía brillar con luz propia: dorado suave, delicado, elegante.
—Este… este es el indicado —dijo, y por un momento, me olvidé de todo excepto de cómo iluminaba la tienda con su presencia.

Noah se quedó boquiabierto, y yo no pude evitar sonreír. Ella se veía perfecta.

Luego llegó nuestro turno. Luna nos miró con esa sonrisa traviesa que siempre significaba “prepárense para sonrojarse”.
—Tengo algo para ustedes —dijo—. Axel y Kiel, quiero que prueben estos trajes combinados. Siguiendo la temática del baile: ustedes serán la luz uno del otro.

Mi corazón se aceleró. Axel parpadeó, confundido y nervioso, y yo sentí ese mismo cosquilleo extraño que siempre aparecía cuando él estaba cerca. Luna había elegido los trajes: Axel con detalles azul suave y yo con toques dorados, como si los colores nos conectaran sin que nadie dijera una palabra.

—Bueno… —dijo Axel, rascándose la nuca.

Nos probamos los trajes y nos miramos en el espejo. El mundo se redujo a nosotros dos por unos segundos: la tela del traje, el brillo de los detalles, la forma en que nos complementábamos. Sentí que quería acercarme, tocar su brazo, ver si él también sentía lo mismo. No lo hice… todavía.

—¡Se ven geniales! —exclamó Noah, rompiendo el silencio—. ¡Como un par de modelos!

Luna reía, disfrutando nuestra incomodidad y sonrojos.
—Les dije que se verían perfectos juntos —comentó—. No se me escapa nada.

Llegó el momento de pagar. Noah, como siempre, exageraba y hacía bromas sobre “la pareja más elegante de la ciudad”. Yo solo podía mirar a Axel, sintiendo un calor extraño en el pecho cada vez que nuestras manos se rozaban mientras pasábamos los paquetes.

Al salir de la tienda, Noah tomó discretamente la mano de Luna, y yo me encontré caminando junto a Axel. El aire fresco me hacía sentir más vivo, más consciente de cada pequeño gesto. Sentí ganas de rozar su brazo, y por un instante nuestras miradas se encontraron. Él sonrió tímidamente, y yo sentí que me derretía un poco por dentro.

—Creo que nos va a gustar mucho este baile —dijo Axel, con esa voz baja que solo me hablaba a mí.

—Sí… —respondí, sonrojado—. Va a ser especial.

Caminamos los cuatro juntos, entre bromas y risas, hablando de canciones, decoraciones y pequeños detalles que esperábamos del baile. Noah y Luna parecían divertirse mucho observándonos, cómplices de nuestra torpeza y nuestros sonrojos.

En un momento, nos detuvimos. Axel me miró de reojo y luego hacia el camino. Yo sentí el impulso de inclinarme un poco hacia él, sin tocarlo, solo compartiendo un momento silencioso. Cada respiración, cada pequeño gesto, decía más que mil palabras.

El sol comenzaba a ponerse, tiñendo la ciudad de naranja, y mientras cruzábamos una calle, sentí que todo encajaba: Noah con Luna, Axel conmigo, cada pequeño detalle moviéndose hacia su lugar.
Y por primera vez en mucho tiempo, me sentí… completo.