Episodio 15: "Sucumbir"

LUCAS SANTORO

Choco las palmas con mi hermana cuando observamos por la rejilla de la puerta como Alessandro cae al suelo gracias a la caca de algodoncillo que hizo luego de comer la galleta que él mismo horneó.

Las carcajadas nos inundan, pero mueren cuando escuchamos como nos llama con furia. Rápidamente, cerramos la puerta con agilidad y nos ponemos a jugar con nuestros legos.

—¡Lucas y Nicci! —vuelve a gritar. Ambos reímos con suavidad.

—¡Debemos llorar cuando nos regañe! ¡Así la abogada creerá que nos trata mal y ya no lo tendremos como nuestro niñero! —mi hermana comenta y yo asiento una y otra vez, emocionado ante la idea de que nuestra mamá tenga que dejar su viaje y venir a cuidarnos.

—¡Si! —digo cuando la puerta es abierta y el olor a caca llena toda nuestra habitación con rapidez.

—¡Iuk! —mi gemela tapa su nariz para levantarse y dejar caer los legos de su vestido—. ¡Huele a caca! —resuella y yo me levanto haciendo la misma acción.

—¡No se hagan los inocentes! —grita nuestro rojo y oloroso niñero. Detrás de él, logro darme cuenta de que la chica linda está detrás escuchando todo.

—¡Nosotros no hicimos nada! —miento—. ¡No nos grites! —suelto haciendo un puchero para empezar a llorar, Nicci me sigue y somos los perfectos actores.

—¡No finjan, carajo! ¡Me hicieron llenar de mierda! —grita y lloramos más.

—¡Alessandro, basta! —él se voltea y enseguida la mujer muy linda entra a la habitación tapando su nariz. Él nos mira con la boca abierta y nosotros corremos a las piernas de nuestra defensora para seguir el papel completo… ¡Está acabado!

(…)

ALESSA DIGIORNI

Acaricio el cabello de ambos niños que lloran de manera desconsolada. Son tan tiernos que algo en mí se remueve cuando ambos se abrazan a mis piernas entre sollozos. Observo en completo silencio a Alessandro, ese que me mira por igual con sus manos aferradas a su cintura.

—Haznos el favor de ir a bañarte —murmuro entre rabiosa y enternecida por el dolor que expresan ambos gemelos que en evidencia no tiene la culpa de nada.

—¡Pero fueron ellos! —salta el inmaduro y yo quiero matarlo, juro que quiero hacerlo.

—¡Que no fuimos! ¿Cómo vamos a agarrar caca?

—Ya niños… y me refiero a los tres —agrego mirando a Alessandro con incredulidad, incapaz de creer que sea tan insensible.

Él se marcha vociferando cosas que no logro descifrar y yo solo me agacho para quedar a la altura de los nenes.

—Ya bebés, no lloren —consuelo acariciando sus lindas mejillas repletas de lágrimas, ellos hacen tiernos pucheros que me ablandan el corazón.

—Nosotros no hicimos nada, lo juramos —recita el rubio, yo sonrío para asentir con comprensión.

—Lo sé, les creo. Ahora vamos a que le laven sus caritas y sigan jugando. ¿Bien? Yo tengo que hablar con Alessandro —murmuro esto último.

—Lo va a regañar, ¿verdad? Ya dejará de ser nuestro niñero por tratarnos tan feo —murmura la niña, sus ojitos brillan con diversión y una pequeña sonrisa se dibuja en su rostro… yo asiento para hacerles creer que así será, pues me doy cuenta de sus verdaderas intenciones detrás de la embarrada de… caca que se llevó el niñero.

Suspiro cuando ellos salen de la habitación entre correteos. Yo trago saliva para negar con mi cabeza y empezar a bajar las escaleras, esquivando entre muecas y evitando respirar cuando paso al lado de la caca regada que dejaron las manos y el trasero de Alessandro.

Recuerdo aquella conversación que logré escuchar en el parque mecánico y muchas sospechas se despiertan en mí. ¿Será que de verdad esos gemelos son tan traviesos como lo dice Alessandro?

Independientemente de todo, Alessandro no es un hombre muy maduro que digamos y eso lo sé porque he sido víctima de sus palabras inconscientes y miradas de superioridad. Pero… ¿Por qué estos niños quieren llamar tanto la atención?

¿Acaso habrá algún problema disfuncional dentro de esta familia que los empuje a crear una barrera emocional con personas nuevas a su círculo?