Epílogo.

Nuestro Futuro Tiene Nombre: Familia.

Habían pasado cinco años.

El mar se extendía hasta donde la vista alcanzaba, y la brisa tibia del atardecer mecía las palmeras como si el mundo entero suspirara en calma.
Mi cuerpo descansaba sobre una hamaca blanca, balanceándose suavemente, mientras una pequeña cabecita dormía sobre mi pecho.

Naylet, nuestra princesa, con su cabello negro largo y sus pestañas espesas, respiraba tranquila entre mis brazos. Tenía dos años y era una mezcla perfecta de los dos: el carácter de Cody y mi sonrisa —al menos, eso decía él cada vez que la veía hacer un puchero.

A unos metros, podía verlos.
Cody y Colyn jugaban cerca de la orilla con una pelota, riendo como dos niños. Era la primera vez en mucho tiempo que nos tomábamos unas vacaciones juntos, sin pendientes, sin reuniones, sin llamadas urgentes. Solo nosotros.
Después de años de trabajo, graduaciones, compromisos y días agotadores, la vida nos había dado esto: calma.

El teléfono vibró sobre la mesa y sonreí al ver el nombre en la pantalla.
Zoe.
La foto de perfil mostraba su sonrisa brillante, con un bosque de fondo. Jamás imaginé que mi mejor amiga terminaría enamorada de mi exguardaespaldas —aunque, bueno, decir ex era relativo, porque Cody lo había convertido en su mano derecha.
Ella y Fernando estaban en su viaje de compromiso. Claro, idea de Zoe. Después de que él le pidió matrimonio, decidió que necesitaban una "aventura antes del estrés de los preparativos". Era tan ella.

—Mami... —una vocecita dulce interrumpió mis pensamientos.

Bajé el teléfono y miré los ojitos verdes de mi niña, recién despertando.
—Hola, princesa.

—¿papi? —preguntó, buscando a Cody con la mirada inquieta.

Solté una risita.
—Allí está, míralo —dije señalando hacia la orilla.

—¡Papiiii! —gritó emocionada, moviéndose para que la bajara.

—¿Y si vamos juntas a nadar? —le propuse.

—Chiiii —aplaudió feliz.

La tomé en brazos y caminamos hacia ellos. Cody y Colyn descansaban sobre la arena, riendo después de su partido improvisado.

—¿Quién ganó? —pregunté, sentándome junto a mi esposo.

Colyn cruzó los brazos y me miró con seriedad fingida.
—Papá hace trampa, como siempre, mamá.

Cody soltó una carcajada y le despeinó el cabello.
—Claro, claro, ahora justifica tu derrota, campeón.

Colyn bufó. Luego tomó a su hermanita en brazos y anunció:
—Naylet y yo vamos a nadar.

—Solo en la orilla, ¿sí? —le advertí.

—Sí, mamá —respondió, corriendo con ella hacia el agua.

Sentí los brazos de Cody envolver mi cintura por detrás. Me atrajo hacia él, haciéndome sentar sobre sus piernas.

—¿Crees que Colyn sigue molesto por perder? —preguntó con una sonrisa traviesa.

—Creo que vas a necesitar más que una disculpa para que te perdone esta vez —dije, mirando a nuestros hijos jugar, tirándose agua entre risas.

Sus labios rozaron mi cuello, haciéndome estremecer.
—Lo estás haciendo increíble, Anny —susurró—. Eres una gran mamá. Nuestro hijo, nuestra hija... te aman con locura. Y yo... —me giré para verlo, con los ojos brillando—. Yo no puedo imaginar mi vida con nadie más que contigo.

Las lágrimas me humedecieron la vista.
—Soy feliz, Cody. Tú me haces feliz. Tú y nuestros hijos son todo lo que necesito en esta vida.

Sus labios se unieron a los míos, lentos, cálidos, como si el tiempo se detuviera.

El sonido de las risas de Colyn y Naylet, el murmullo del mar, el sol escondiéndose tras el horizonte... todo era perfecto.

Cody apoyó su frente contra la mía y, con una sonrisa pícara, murmuró:
—¿Y si lo volvemos a hacer?

—¿El qué? —pregunté, riendo.

—Otro bebé. Nos quedan hermosos.

—Estás loco, ¿verdad? —dije, riendo entre sus labios.

Él me besó, y el mundo se deshizo a nuestro alrededor en un suspiro.

FIN