Poema XLIX

"Camino por carretera"

 Regreso a Santiago; regreso a la cárcel. A la ciudad de tres murallas.

 Santiago.

 Ahí mi muralla y yo su Eren Jaeguer[1], cruzo su pórtico en sumo silencio. Silencio. Silencio de frío luto.

 Aunque no sea más que un retorno, me siento asfixiado. Aunque sea un camino ancho, me siento encerrado. Y aunque no haya dejado nada atrás, siento que todo me falta.

 ¡He vuelto a ti, Muralla! He vuelto. He vuelto a tu cerca con tu dichoso ganado. He vuelto a comer y a dormir, a fingir ser feliz lejos de gigantes hijos del Caos. He vuelto. ¡Miserable, sí! Pero he vuelto.

 Y así comienzo otro día. A arar la tierra, arar el asfalto. Producir. Dar vuelta alrededor de esa capa de piedra que me ensombrece. ¿Y para qué? ¿Para beber con ella mis penas y luego reír de todo y olvidar el mundo? ¿Pues qué otra cosa podría hacer?

 Por Cristo, a veces quisiera volar. A veces quisiera tocar el cielo y dormir en nubes sobre violetas. ¿Mas a qué otro sitio iría sin dinero y sin buena suerte? Esa es la ironía de cada viaje. La ironía que divierte a Santiago cada noche que me tiene en su cama.

 Vuelvo…

 Y el día pasa, la tarde sigue, la noche llega.  

 Nacen y mueren ideas, arden y decaen flamas, gritan y callan voces. Luz, sombra, tierra y vientos.

 Vuelan notas por mi cuaderno mientras llueve soda de cola, y un húmedo aroma a queso derrite el pan que sacia mi hambre.

 El día es largo, el día es corto, según sea el paso de cada calle. Cinco, seis, siete entregas; ocho, nueve, diez escalas. Y luego almuerzo. De ahí tragar cuervos y quemar mi carne. Y ya después, bovino, al matadero. A casa.

 Ya después a morir. Echarse en el pasto y a apagar el alma, apagar el alma y enterrar los ojos, a enterrar los ojos y cerrar con llave.

 Mañana será otro día.

[1] Shingeki no Kyojin. Isayama, Hajime. Ed, Kodansha. 2009.