18

Esa misma noche mientras Leonora arropaba a Alma para dormir, no dejaba de hacer preguntas.

--¿Qué te dijo el coronel, mamá? ¿Mi papá está bien? —la pregunta ponía en a Leonora con una espada contra la pared.  Pensaba en decirle que su padre estaba desaparecido. Pensaba inclusive en decirle que había muerto. Tal vez al hacerlo le ahorraría toda la pena de esperarlo y darse cuenta que no volvería jamás. Pero al ver a los ojos a su hija y ver en ellos esa esperanza y fe aún inocentes sabía que no sería capaz de romperle el corazón.

--Si, hija, tu papá está bien—mentía Leonora. Pensó que una mentira piadosa le haría menos daño que la verdad o por lo menos en ese momento. Ya no soportaba ver llorar a su hija y sabía que si le decía que había desaparecido pasaría meses o incluso años llorando. Después pensó que tal vez con el tiempo, sería más fácil que se hiciera a la idea por sí misma, y con el tiempo esa mentira solo se volvería en un artificio que Alma superaría con facilidad.

--¿En serio? —preguntaba, Alma, muy emocionada, brincando en la cama--¿Y en dónde está? —pregunto con una sonrisa y lágrimas en el rostro.

--En una misión, hija…En el norte.

--¿Y cuándo volverá?

--Pronto, hija…Pronto…Bueno ya es hora de dormir.  

Sentía un alivio al terminar la conversación con su hija. Convencerla fue muy difícil, y un pensamiento la abordo sobre cuánto tiempo podría mantener esa mentira. Ella y Alma se dieron un abrazo. Antes de que Leonora se marchara, Alma le hizo otra pregunta.

--Oye, mamá… ¿Quién era el muchacho que venía con el coronel?

--Era su sobrino…Jaime…creo.

Alma musitaba.

--¿Por qué?

--No, por nada.

Sin más que decirse, Leonora salió deseándole las buenas noches.