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Mauro y Ainara salieron de una de sus clases, caminando juntos por el pasillo mientras discutían algunos de los temas que acababan de aprender junto a Alan.

—¡Hey, chicos! —exclamó Alan, sonriendo—. ¿Quieren venir con nosotros a comer algo? Camila y yo estamos pensando en ir a esa nueva cafetería que abrió cerca de la universidad.

Camila, que se unía a la conversación, asintió con una sonrisa entusiasta.

—Sí, dicen que tienen unos postres deliciosos. ¿Se animan?

Mauro intercambió una mirada rápida con Ainara antes de responder.

—Gracias por la invitación, chicos, pero nosotros iremos a la biblioteca a estudiar algunas cosas —dijo Mauro, con una sonrisa agradecida—. Alan, sabes que tenemos algunos temas pendientes que debemos terminar.

Alan se encogió de hombros, comprendiendo la necesidad de enfocarse en los estudios.

—Está bien, lo entendemos. La próxima vez, entonces —respondió Alan, dándole una palmada en el hombro a Mauro—. Yo lo haré mañana.

—¡Nos vemos más tarde! —dijo Camila, despidiéndose con una sonrisa.

Mauro y Ainara se dirigieron hacia la biblioteca, tenían que estudiar para ese examen.

—Estudiemos, cariño, así tendremos tiempo libre mañana.

Una hora después, ella buscaba concentración en su libro, intentando estudiar, pero la presencia de Mauro a su lado la distraía por completo. Podía sentir su mirada intensa sobre ella, provocando un cosquilleo en su piel y un nudo en su estómago.

—Creo que eres mala compañía, interrumpes mi concentración.

—¿En serio? —Mauro alzó su mirada con diversión, luego se acercó lentamente a ella, inclinándose para susurrarle al oído.

—¿Puedo besarte? —murmuró con voz ronca y llena de deseo. Ainara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, sus mejillas se encendieron y su corazón latía con fuerza.

—Consideró que eso no sería una buena idea —dijo entre susurros.

—Pero nena, tú estás diciendo que yo soy una mala compañía para estudiar, pero tú eres… Eres la tormenta que me vuelve loco por probar no solamente tus labios, dime, ¿cómo puedo resistir tal tentación?

Mauro estaba tan cerca y mirándola profundamente, ella pudo sentir su aliento cálido en su rostro y se estremeció de deseo. Sin poder resistirse más, Ainara giró su rostro hacia Mauro y se fundieron en un beso apasionado y ardiente. Sus labios se encontraron en un fervoroso beso explorándose, no había necesidad de expresar más palabras.

La tensión sexual que había estado creciendo entre ellos durante semanas finalmente se desencadenó en una oleada de sensaciones indescriptibles. El deseo y la atracción los embargaron por completo, perdiéndose en un torbellino de emociones que los dejó completamente extasiados.

Mauro acariciaba suavemente el rostro de Ainara, mientras sus manos recorrían cada centímetro de su cuerpo, provocando gemidos de placer en ella.

—Nos van a escuchar —susurró ella agitada.

—Tranquila, no hay nadie —dijo él, mientras dejaba un beso en su cuello—. Además, estamos en el rincón más apartado.

Mauro tomó a Ainara entre sus brazos y la besó con pasión y desenfreno. Sus lenguas se entrelazaban frenéticamente mientras sus manos recorrían cada centímetro de sus cuerpos. Ainara gemía suavemente, completamente entregada al deseo abrumador que sentía por él.

Mauro la levantó y la puso sobre la mesa, deslizando sus manos por debajo de su falda y acariciando sus muslos con avidez. Ainara arqueó la espalda y se aferró a él con fuerza, implorando más.

Entre gemidos y susurros, Mauro la despojó de su ropa con ansias, revelando su piel suave y deseosa. Se fundieron en un abrazo apasionado, entregándose el uno al otro con una intensidad abrumadora.

—¡Ainara…! ¡Eres quien despierta mi deseo por ser tu amo, eres mi musa! —susurró él.

El deseo los consumió por completo, haciendo que perdieran la noción del tiempo y el espacio. En ese momento, la universidad, desapareció y solo existían ellos dos, unidos en un vínculo ardiente y eterno, sin importarles nada más que el éxtasis de estar juntos en aquel momento tan íntimo y apasionado.