Capítulo 35

Quiero que seas mío

Creo que ya lo había visto en otra parte. Ella te arrebata todo, mientras yo intento darte todo lo que soy.

Estoy siendo cruel; te estoy mintiendo, y no quiero hacerlo, pero es por supervivencia. Serías capaz de quitarme todo en el momento en que lo sepas. Te irías y me dejarías con un corazón en las manos.

Pero… ¿Te dejaría ir? Eres y serás mío.

Aunque implique algunos sacrificios, esos que no se dicen fácilmente y que se ocultan en la madrugada, creo que en el río más profundo cerca de mi casa es donde arrojé todos los obstáculos que teníamos.

Es una obsesión sin remedio.

Sin medicamento, sin tratamiento.

Creo que podría querer tenerte en las noches y contar todas tus lunas, hacerlas mías sin tu consentimiento.

Velar tu sueño y manipularlo, salir tomada de tu mano, hacer tus sonrisas mías y que al pensarlo lo desees.

Tomaría todo lo tuyo y lo volvería mío; sin tu aprobación, todo lo tomaría, en las noches velaría tus ojos cerrados y en los días no me cansaría de mirarlos.

El roce de tus dedos sería mío, serían de mi cuerpo; entonces tus besos también me pertenecerían, solo ellos podrían esparcir veneno.

Y con ese veneno podrías matarme, pero no te atreverías a hacerlo, porque también para ti el veneno sería adictivo.

Todo lo que piensa mi mente retorcida es en poseerte, que seas mío por completo; pero quizás también en algún momento pienses en esto… o quizás nunca lo pienses.

Pero mi fantasía sería besarte y probar la sangre de tu labio inferior; entonces desencadenaría el mejor elixir: el de la obsesión.

Te obsesionarías también, pero no te creo tan perturbado. ¿Lo tomarías como un reto?

Qué hermosas saldrían esas palabras de tus labios: "soy todo tuyo", mientras cuento tus estrellas y me pierdo en el cosmos de tus ojos, sentir tu aliento en mi piel y una sonrisa antes de dormirme por completo.

Despierto.

Te encuentro a unos pasos de distancia, pero preferiste mirar hacia otro lado cuando yo me quité el alma para dártela a ti.