Epílogo

El viento primaveral soplaba suavemente mientras las primeras flores de cerezo caían como copos de nieve rosados, cubriendo el suelo con un delicado tapiz. Caminábamos por el parque, con nuestras manos entrelazadas, sin prisa, sin necesidad de palabras.

—Sabía que te encantaría este lugar —dijo Yoongi con una sonrisa, observando cómo alzaba la vista para admirar las ramas llenas de pétalos.

—Es hermoso —susurré, cerrando los ojos por un instante para dejar que la brisa me envolviera—. Parece un sueño.

—Bueno, siempre dijiste que querías ver los cerezos en su mejor momento —dijo, inclinándose ligeramente hacia mí—. Y yo quiero cumplir cada promesa que te haga.

Sonreí, sintiendo cómo mi pecho se llenaba de una calidez serena. No importaba cuántas estaciones pasarán, cada momento con él se sentía especial.

—Gracias por traerme aquí —murmuré, apoyando mi cabeza en su hombro.

Él no respondió de inmediato, solo pasó un brazo alrededor de mi cintura, acercándome más a él, como si quisiera grabar este instante en su memoria.

—No tienes que agradecerme, Lizzy —susurró contra mi cabello—. Estaré aquí para ti en cada primavera, en cada invierno… en cada momento.

Levanté la vista para encontrarme con sus ojos, esos que me hacían sentir en casa sin importar dónde estuviéramos.

—Yo también estaré aquí —dije con una sonrisa, y sin pensarlo demasiado, me puse de puntillas y lo besé, dejando que la magia de los cerezos en flor nos envolviera en un instante eterno.

Y mientras los pétalos seguían cayendo a nuestro alrededor, supe que no importaba cuántas estaciones pasaran… porque mientras estuviéramos juntos, cada primavera sería nuestra.

Yoongi sonrió, y en ese instante, supe que sin importar lo que viniera, sin importar cuántos caminos más tuviéramos que recorrer, siempre sabríamos cómo volver el uno al otro.

Porque esta vez, ya no había más dudas.

Solo éramos él y yo, eligiéndonos una y otra vez.

Y eso era suficiente.