21. Amor o miedo

Binna despertó con una sensación extraña. Todo su cuerpo parecía temblar por dentro, como si la noche anterior hubiese dejado cicatrices invisibles en su piel. El recuerdo del miedo al verse acorralada, los gritos, la respiración jadeante y luego, el calor. El calor de los brazos de Harry envolviéndola como un escudo, como un refugio. Y ese beso.

Janice seguía a su lado, dormida en el sillón. Había insistido en quedarse con ella esa noche. Binna se incorporó lentamente, intentando ordenar el caos de pensamientos que la asfixiaban.

- “No puedo creer que pasó”, susurró para sí misma.

Janice se despertó al oírla.

- “¿Estás bien?”, preguntó su amiga.

Binna asintió, pero sus ojos la contradijeron. Janice se sentó a su lado y le tomó la mano.

- “No tienes que fingir conmigo. Sé lo que pasó ahí. Harry estaba fuera de sí. Si te hubiese hecho algo, lo mataba a golpes”, expresó Janice.

Binna bajó la mirada.

- “Lo peor no fue el susto, fue lo que sentí cuando él me abrazó. Y cuando me besó. Fue real, Janice. Pero también me dio miedo”, manifestó Binna.

- “¿Miedo a qué? ¿A él?”, preguntó Janice.

- “No. A que la gente lo sepa. Ya ves cómo me tratan, y él es Harry. Uno de los chicos más deseados del campus. Si se enteran de que... me van a destruir”, respondió Binna

Janice le acarició el cabello.

- “El miedo no se va, Binna. Pero eso no significa que debas esconder lo que sientes. Tienes derecho a querer y a ser querida”, expresó Janice.

En otra parte de la ciudad, Harry aceleraba su moto por avenidas vacías. Sentía la sangre hervirle, no solo por la furia que aún sentía en su ser, sino por el beso. Por el temblor de Binna bajo sus dedos. Por el modo en que ella no lo apartó, sino que se aferró a él como si fuera su único sustento.

“No voy a dejar que nadie la toque otra vez”, se dijo.

Recordaba su rostro, su miedo, su fuerza y también, su dulzura. Estaba perdido. Y sabía que, por primera vez en su vida, no quería jugar ni presumir. Quedarse con Binna no era un capricho, era una decisión.

Más tarde, el campus universitario hervía de voces y miradas indiscretas. El incidente había corrido como fuego entre los estudiantes. Nadie sabía los detalles, pero todos hablaban del rescate, del escándalo. Algunos lo negaban. Otros lo juraban.

Binna avanzaba con la cabeza gacha, aferrada a sus libros. Cada risa sofocada, cada susurro a sus espaldas, la hacía encogerse un poco más. Janice caminaba junto a ella, dispuesta a enfrentar al mundo si era necesario.

Entonces lo vio.

Harry estaba apoyado contra una columna, con las manos en los bolsillos y la mirada clavada en ella. No sonrió. No la llamó. Solo esperó.

Janice le hizo una seña a Binna y se apartó con discreción. Binna se acercó lentamente, con el corazón en la garganta.

- “Hola”, dijo él con voz baja.

- “Hola”, dijo ella.

Se miraron por unos segundos, hasta que Harry rompió el silencio.

- “No estoy aquí para hacer una escena. Solo quería que supieras que no voy a fingir más. Lo que siento por ti es real. Y no pienso esconderlo”, manifestó Harry.

Binna tragó saliva. Había deseado escucharlo, pero el miedo la paralizaba.

- “Harry si la gente se entera, me van a destrozar”, dijo Binna.

- “Entonces que lo intenten. Pero no voy a dejarte sola otra vez. Y no tienes que decidir ahora. Solo dime que lo que sentiste también fue real”, expresó Harry.

Ella lo miró, vulnerable y valiente a la vez.

- “Fue real. Mucho más de lo que me atrevo a aceptar”, dijo Binna.

Harry dio un paso hacia ella, y en lugar de besarla, simplemente tomó su mano. Fue un gesto silencioso, profundo, que hizo que el mundo alrededor se detuviera por un instante.

En ese mismo momento, Katherine Milano los observaba desde el segundo piso del edificio de Historia. Su sonrisa torcida prometía problemas.

Binna sintió esa mirada, ese peso invisible. Se tensó, pero Harry le susurró al oído: “Cuando estés lista para no esconderte, yo voy a seguir aquí”. Y por primera vez, Binna creyó que tal vez, solo tal vez, el amor podía protegerla más de lo que el miedo podía herirla.