38. Una Tim sin Galán

La universidad había vuelto a su ritmo habitual. Las clases, los exámenes y las charlas en los pasillos llenaban los días, pero Binna ya no se perdía en ese ruido. Ahora caminaba con paso firme, la cabeza en alto, y cuando alguien murmuraba su nombre, ella giraba y miraba de frente. No con enojo, sino con una mezcla desafiante de calma y claridad.

Ese miércoles por la mañana, Janice le hizo una seña desde una mesa en la cafetería. Binna se acercó con su cuaderno en la mano y una sonrisa que, aunque cansada, seguía siendo luminosa.

- "¿Ya viste el nuevo grupo de WhatsApp?", preguntó Janice mientras sorbía su café.

Binna alzó una ceja.

- "¿Otro más?", preguntó Binna.

Janice asintió, haciendo una mueca.

- “La princesa de la pastelería”. Van dos memes tuyos y un montón de comentarios sobre cómo “te estás asegurando el futuro” acostándote con Harry, dijo Janice.

Binna soltó una risita seca, sin sorpresa.

- "Están reciclando insultos. Les hace falta imaginación", comentó Binna.

Janice la observó con atención.

- "¿Y de verdad no te molesta?", le preguntó.

- "Molestarme sería darles poder, ya no más", respondió Binna, cruzándose de brazos. "Lo que ellos digan no me define. Yo sé quién soy. Y Harry también".

Janice sonrió.

- "Eres otra. En serio. Antes te hubieras ido al baño a llorar", expresó Janice.

- "Y no me avergüenza haber sido esa chica , esa TIM sin galán, me llevó a Harry", dijo Binna, con orgullo. "Pero me gusta más ser esta".

Después de clases, Harry la estaba esperando afuera con una flor amarilla entre los dedos.

- "¿Para mí?", preguntó ella, divertida.

- "Sí. No sé por qué. Solo te vi salir y pensé que esto combinaría con tu forma de ser hoy", respondió Harry.

Binna se la llevó a la nariz, sin dejar de mirarlo.

- "¿Y cómo soy hoy?", preguntó ella.

- "Feroz. Pero dulce. Como un girasol que también sabe pinchar si te acercás mal", contestó Harry.

Ambos rieron. Y cuando pasaron junto a un grupo de chicos que murmuraban demasiado fuerte como para no querer ser oídos, Binna se detuvo.

- "¿Algo que quieran preguntarme?", dijo ella, sin perder la sonrisa.

Los chicos se sorprendieron. Uno balbuceó algo como “nada importante”, y otro apartó la vista, incómodo.

- "Mejor", dijo Binna, y se volvió a Harry, quien la miraba con una mezcla de asombro y orgullo. "Ya no me asustan las sombras".

Esa tarde, Janice le envió una captura de un nuevo rumor en redes: que como Binna vivía con Harry y “seguro ya habían hecho de todo”.

Binna no respondió. En vez de eso, escribió su propio mensaje en el grupo de clase:

"No tengo tiempo para juegos adolescentes. Sí, estoy en pareja con Harry. Sí, vivimos en la misma casa, con nuestros padres, como una familia. Sí, nos amamos. Y no, no necesito la aprobación de nadie para ser feliz. Si quieren hablar de mí, que sea con respeto. O en voz alta, si se animan."

Harry, que había leído sobre su hombro, la abrazó desde atrás.

- "Eso fue brutal", dijo Harry.

- "Era necesario", comentó Binna.

- "¿Y si mañana te quieren linchar?", consultó Harry.

- "Entonces me vas a esperar en la puerta con otra flor", respondió Binna. "Pero esta vez, una roja".

Esa noche, Sia se acercó mientras Binna preparaba un té.

- "Alguien me comentó lo que escribiste en el grupo", dijo Sia.

Binna se tensó ligeramente.

- "¿Te molestó?", preguntó Binna.

- "Para nada. Solo me impresionó. No pensé que te ibas a plantar así", respondió Sia.

- "Ya no quiero que me pisoteen en silencio", dijo Binna, bajando la mirada al vapor del agua. "No quiero que piensen que porque soy callada, soy débil".

Sia se acercó y le acarició el cabello.

- "Siempre fuiste fuerte. Solo te faltaba creerlo", dijo Sia.

En el comedor, Enrique miraba su celular con el ceño fruncido. Sia lo notó y se acercó.

- "¿Algo pasó?", preguntó Sia.

Enrique dudó un instante, luego le mostró la pantalla. Era un mensaje corto. Solo una frase: "Estoy en la ciudad. Necesito verte. Laura."

El nombre bastó para que Sia se tensara. Miró a su esposo, y sin decir palabra, supo que se acercaba algo que no sería fácil.