EN LA ACTUALIDAD.

Siempre me gustaron los aeropuertos, la emoción antes de un viaje, la promesa de nuevas
experiencias, el cosquilleo de aventurarte a lo desconocido. Había viajado poco, pero todas esas
veces tenía la misma sensación de felicidad mezclada con pura adrenalina.
Hacía un sol abrasador propio de principios de Julio, y hace unas semanas terminé el último
curso en la Universidad, probablemente el más complicado de todos, aunque no por las clases.
Deseaba estas vacaciones, suponían un punto y a parte, un final pero también un comienzo.
Estaba preparada para lo que se avecinaba, para lo que dejaba atrás. Llevaba soñando con
esto toda la vida, no por el lugar al que me dirigía, si no por quien me acompañaba, por quien era
cuando estaba a su lado. En el fondo siempre supe que sería él con quien caminaría de la mano,
pero no fue hasta que puse todas las cosas en orden, hasta que yo me hice más fuerte, que di el paso.
Al principio estaba llena de dudas, de miedos, arrastraba malas experiencias que me hicieron
empequeñecer hasta el punto de no saber quién era yo realmente, y tuve que liberarme de todo ello
para abrazar a la felicidad, pero sobre todo, para abrazarme a mí misma.
Sentí su mano rondar la mía hasta tomarla con seguridad. Sus dedos finos contrarrestaban
con el grosor de los míos, la sombra que proyectaba la figura de su cuerpo se perdía dentro de la
grandeza de la que proyectaba yo misma. Pero no me importaron las miradas, no me importó lo que
pudiera pensar la gente al vernos. Ya no. ''Mira ese chico delgado con esa chica gorda, ¿cómo puede
estar ese muchacho con alguien como ella?'', era el típico comentario que seguramente cavilaría su
mente.
Me reí de todos ellos, le sonreí a él.
-¿Lista?- preguntó con la emoción de un niño tiñiendo sus palabras.
Asentí y apreté más mi mano contra la suya.