RAQUEL Y LA BODA QUE SE DESVANECE

Mientras Rodrigo, Agustín y Bongo lidiaban con una criatura mutante y una tribu de cazadores incompetentes, en otro rincón del mundo, Raquel miraba su teléfono con el ceño fruncido.
Su prometido aún no daba señales de vida.
—¿Dónde diablos te metiste, Rodrigo? —murmuró, tamborileando los dedos sobre la mesa.
Había llamado tres veces. Nada.
Le había enviado mensajes. Doble check, pero sin respuesta.
Su paciencia, como el amor de una suegra, tenía un límite.
—A ver… Faltan 24 horas para nuestra boda y mi futuro esposo está Crazy. O está en un lugar sin señal, o…
Raquel tragó saliva.
— ese idiota se volvió loco y decidió huir.
Se levantó de golpe, con la determinación de una mujer que no estaba para juegos.
—Si crees que me vas a dejar plantada en el altar, Rodrigo Medina, te juro que te encuentro y te traigo de los pelos.
Respiró hondo y volvió a sentarse.
—Okey, cálmate, Raquel. Tal vez solo está de fiesta con Agustín y… ya sabes cómo son los hombres en una despedida de soltero.
Pero algo en su interior no estaba tranquila.
Recordó la última vez que hablaron:
Rodrigo (riendo por teléfono):
—¡Va a ser legendario, mi amor! Agustín me dijo que tiene una sorpresa, pero me juró que no es ilegal. Bueno, no tan ilegal.
Raquel (suspirando):
—Solo prométeme que volverás entero.
Rodrigo (con esa sonrisa que la derretía y la sacaba de quicio a la vez):
—Obvio, ¿qué podría salir mal?
…TODO, Rodrigo. TODO SALIÓ MAL.
Raquel sintió un escalofrío.
—No… algo anda mal de verdad.
Si mañana tenía que casarse, primero tenía que asegurarse de que su novio estuviera VIVO.
Y si no aparecía pronto… más le valía estar muerto, porque si no, lo mataba ella misma.