Capítulo 14

​El segundo día de travesía por las Tierras del Olvido era brutal. El paisaje era un páramo de rocas oxidadas y viento helado, un lienzo de castigo que la magia de Áuryn había olvidado, o quizá temido. Kael se movía con la eficiencia silenciosa de una depredadora, y Elara, con los músculos adoloridos y el agotamiento mental, luchaba por seguir su ritmo.

​Se detuvieron bajo un pequeño saliente de roca mientras el sol comenzaba su descenso rojo. Kael preparó una hoguera que no emitía humo y puso agua a hervir. La normalidad de los preparativos para la supervivencia contrastaba violentamente con el poder que ambas sabían que ahora poseían.

​Elara se sentó, extendiendo su mano sobre una piedra lisa. Se concentró, recordando la sensación del Beso Catalizador: el frío purificador de Kael, el estallido dorado de su propia fuerza. Quería invocar el poder, controlarlo.

​Una tenue luz dorada brilló en sus palmas, haciendo que la piedra crepitara.

​"Más despacio, Consagrada. Tu poder es la vida misma, no una herramienta para romper rocas," advirtió Kael sin levantar la mirada de su tarea.

​"¿Y qué se supone que haga con él?" preguntó Elara, frustrada, y dejó que el brillo se desvaneciera. "Soy la Consecuencia, la llave para la redención, pero apenas puedo caminar por esta tierra sin caerme."

​Kael se giró por completo, sus ojos grises llenos de una seriedad inusual. "Tuviste una vida de obediencia. El poder que despertaste es la antítesis de eso. Es incontrolable. Tendrás que aprender a vivir con él, no a dominarlo."

​Elara asimiló la lección. Pero su mente, liberada de la esclavitud de la Marca Carmesí, ya no quería hablar de estrategia ni de magia. Quería hablar de la verdad.

​"Hablemos del Catalizador," dijo Elara, usando la palabra técnica para disfrazar el temblor de su voz.

​Kael se tensó, el calor de la hoguera pareció bajar varios grados. "Funcionó. Rompió el sello de Lyra y activó tu poder sin el drenaje. Es lo único que importa."

​"Eso no es cierto," replicó Elara. "Importa todo. El beso, la intención, el ancla. Lo hemos simplificado para la supervivencia, pero no fue solo magia, Kael. Fue un acto de entrega total. Y la pregunta peligrosa es esta: ¿Esa entrega fue un ritual mágico que te obligó a protegerme, o fue una verdad que te obligó a mentir sobre tu misión?"

​El silencio se instaló, pesado como la roca. Kael dejó caer el trozo de leña que sostenía. Se levantó y caminó hacia Elara, deteniéndose justo donde el calor de su cuerpo era lo único que Elara sentía.

​"Fui una mentira desde el momento en que pisé Áuryn," confesó Kael, su voz baja y áspera. "Mi misión era exponerte, luego rescatarte para que fueras el símbolo político del Reino del Sol. Mi intención era pura, pero mi método era un engaño. El beso... el beso no fue un ritual de mi reino, Elara. Fue un acto de desesperación. Si no hubiera funcionado, te habría matado yo misma antes de dejar que Lyra te usara."

​Kael levantó la mano y tocó la mejilla de Elara, su pulgar acariciando el lugar donde antes ardía la Marca Carmesí, y ahora solo quedaba la piel.

​"La verdad es que en ese instante, mi misión se convirtió en una simple excusa. El Catalizador te liberó a ti de tu deber, y me liberó a mí del mío. Ahora no soy la Infiltrada del Reino del Sol, y tú no eres la Consagrada de Áuryn."

​Kael se inclinó, su mirada intensa y sin máscara.

​"Somos dos fugitivas. Y estamos unidas. Ese es el verdadero peligro que no tiene marcha atrás."

​Justo cuando Elara iba a responder, a sellar esa nueva y aterradora verdad, Kael levantó la cabeza. El rostro de la Infiltrada se tensó de nuevo, la máscara de estratega regresando con brutal rapidez.

​"Mala hora para la sinceridad," siseó Kael, apagando el fuego con un movimiento rápido y mágico. "Sombra. Y no es una ilusión. Es un rastreo de esencia. Lyra ha enviado a su sabueso personal. Lo siento en el viento."

​Kael agarró la mano de Elara y tiró de ella.

​"Viene. Y esta vez, no viene sola."