Capítulo 35

​El refugio de la cuenca del Río Carmesí se convirtió en un campo de entrenamiento. Elara y Kael invirtieron los días siguientes en dominar la Sagrada Transferencia, no como un accidente de supervivencia, sino como un arma y una defensa.

​Kael se despojó de su armadura, usando solo ropa de cuero cómoda, y adoptó el papel de maestra estratega. La pérdida de su propia magia la había hecho más aguda.

​"Elara, el Reino Enemigo no es solo la Ciudad de Mármol; es el pensamiento que tu poder debe drenarse o controlarse," explicaba Kael, mientras practicaban en la orilla del río. "Tienes que aprender a usar la Curación de Esencia sin vaciarte. Eres una fuente, no un río desbordado."

​Elara intentaba canalizar la niebla dorada de la Curación. El agotamiento era su mayor enemigo.

​"Siento que si no doy todo, el dolor de los Consagrados no se va," dijo Elara, jadeando.

​"Exacto. El dolor ya no es tuyo. Es un recuerdo que debes purificar con precisión, no con fuerza bruta," Kael le puso una mano en el hombro, sirviendo como un ancla táctica. "Concentra tu mente en mi Juramento de protegerte. Úsalo como un dique. Solo deja fluir lo necesario."

​Con Kael como su guía mental, Elara aprendió a medir su flujo. La niebla se hizo más controlada, sanando a los Consagrados con pequeños pulsos de energía que eran tan efectivos como la oleada, pero no la dejaban al borde del colapso.

​Luego vino el entrenamiento de Kael.

​"Mi Defensa de la Verdad es un escudo de energía pura que yo canalizo, pero su fuente eres tú," explicó Kael. "La clave es la confianza absoluta. Cuando te lo pido, no lo pienses; solo transfórmalo."

​Elara se concentró. Kael le pidió que la golpeara con un pulso controlado de energía. Kael extendió las manos. En lugar del escudo de Desactivación, la energía pura de Elara fluyó a través de Kael y se materializó en una barrera de luz blanca, firme y sin fisuras.

​"Es la magia del Sol y la Luna unidas," dijo Kael, asombrada. "Mi disciplina del Sol, tu pureza de la Luna. Una defensa que el Reino Enemigo nunca esperaría."

​Mientras el equipo de Darío organizaba la seguridad y la alimentación de los Consagrados, Kael y Elara se enfocaron en el plan.

​Kael desplegó un mapa del Reino del Sol. "Mi madre no puede admitir que fui descubierta en la Ciudad Flotante, y menos que el Comandante Varen falló en el castigo. La Traición en la Corte es ahora su mayor problema."

​"¿Qué hará Sorina?" preguntó Elara.

​"Enviará la fuerza militar, la Guardia de Élite. Pero no vendrán por mí. Vendrán por ti," explicó Kael con frialdad. "Mi madre anunciará que la Consagrada te ha corrompido por completo, que la Transferencia Revertida es una mentira de los 'Antiguos'. Ella ha perdido su arma. Ahora usará la narrativa de la guerra para controlar a su propia gente."

​"Tenemos que detener esa narrativa," dijo Elara. "Tenemos que mostrar al pueblo del Sol la verdad de mi poder. La Curación de Esencia es la prueba."

​Kael asintió, señalando un punto en el mapa: Puerto Celeste, el centro de logística militar más importante del Reino del Sol.

​"El primer paso de la revolución no será atacar," dijo Kael. "Será infiltrarse y liberar. En Puerto Celeste hay un calabozo secreto que Sorina usa para interrogar a los prisioneros de guerra de Áuryn. Si Darío puede infiltrarse y obtener un mensaje codificado del calabozo, podemos probar que Sorina está lista para la guerra, sin importar la Redención."

​"¿Y si Darío es descubierto?"

​"Darío es un fantasma. Pero si cae, el Reino Enemigo sabrá dónde estamos," dijo Kael, mirando el mapa. "Aquí no podemos ser soldados, Elara. Tenemos que ser símbolos. La estrategia es mi trabajo; la luz, es el tuyo. Y nuestra luz debe brillar en la oscuridad del Reino Enemigo."

​Kael se inclinó, su aliento acariciando la oreja de Elara. "El entrenamiento ha terminado, Consagrada. La fugitiva ha diseñado el plan. Prepárate. Vamos a la guerra, no con espadas, sino con la verdad."