36 - Ella

Sé que me está mirando. Siento su mirada como no he sentido ninguna antes. La percibo.

Y por alguna razón, me gusta.

Me acerco al agua y miro de reojo. Viene hacia mí. Sonrío.

Me zambullo, nado unos metros y cuando vuelvo a salir, está colocando su silla a bastante más distancia que la que suele usar Julián.

Luego, camina hacia la costa.

—¿Así está bien? He decidido concederte unos metros más de privacidad porque tu disculpa me ha demostrado que eres buena persona y lo mereces.

Sin desearlo, me río.

Y él reacciona a mi risa, con una sonrisa. Una muy linda sonrisa.

—Que honor. Muchas gracias —le digo con sarcasmo y amago con regresar al fondo del agua, pero su voz me detiene.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Si. Pero puede que no responda…

—¿Por qué nadas? —me dice cruzándose de brazos y resaltando aún más sus músculos.

Me tomo unos segundos para pensar mi respuesta mientras lo observo. Ojotas blancas, maya color celeste cielo y una musculosa blanca. Piel tostada, cabello castaño claro, sin barba… Si. Es lindo. No caben dudas de eso.

—Es mi escape del mundo. ¿Y tu? ¿Por qué eres guardavidas?

—Me gusta… Nadar y la idea de salvar gente. Es lindo. Y divertido. He recorrido playas hermosas y el mar es un paraíso. Me gusta mi trabajo.

—Que lindo poder decir eso —digo casi mascullando—. ¿Y no extrañas nadar mientras haces tu trabajo?

Hace una mueca mientras observa el río hacia los costados.

—La verdad, si. Ver a la gente disfrutando del agua me dan ganas de nadar.

—¿Has nadado aquí? —Niega. —¿Por?

—No he tenido oportunidad. No se me ha ocurrido, la verdad. Hay poca gente así que la tentación no es muy grande.

—Pues deberías conocer el terreno de trabajo. Opino…

Ríe.

—Tienes razón.

—Pues, pruébalo.

—¿Ahora?

Asiento sonriendo.

—No puedo. Estoy trabajando.

Suspiro.

—Entonces fingiré ahogarme. Así tienes una excusa.

—No lo hagas —alcanza a decirme… justo antes de sumergirme.