La Voz de un Amigo

El fuego en la chimenea crepitaba suavemente, llenando la pequeña casa con una luz cálida y parpadeante. Camuel estaba sentado junto a la mesa, con la vieja libreta de Camilo entre sus manos. Sus ojos recorrían las páginas gastadas, buscando respuestas en las palabras de su viejo amigo.

"No creas que siempre será fácil la vida de los vivos, Camuel. Quizás te toque luchar con un amigo y lo mejor que puedes hacer es escuchar sus razones. A veces, solo hay un malentendido."

Camuel suspiró y cerró el libro por un momento, apretándolo contra su pecho.

—Escuchar... Lucas siempre me escuchaba —murmuró.

—¿Y tú has escuchado al niño?

La voz de Ro rompió el silencio. El gato negro estaba en la ventana, su mirada verde brillando con una intensidad que lo hacía parecer más grande de lo que realmente era.

Camuel frunció el ceño y se levantó de golpe.

—¡Claro que lo escucho! ¡Pero está mal! ¡Está haciendo algo peligroso! —exclamó con frustración.

Ro no parpadeó, su expresión era dura y juzgadora.

—Yo solo veo a un Guardián empeñado en sus propias enseñanzas —dijo con un tono gélido—. No te estás escuchando, Camuel.

Dicho esto, Ro saltó por la ventana, desapareciendo en la noche como una sombra viviente.

Camuel se quedó helado. Sus manos se aflojaron, dejando que la libreta de Camilo cayera suavemente sobre la mesa. No se estaba escuchando.

Miró la carta de Lucas nuevamente. Había leído cada palabra con el único pensamiento de que su amigo estaba equivocado, que debía traerlo de vuelta. Pero... ¿en qué momento se había detenido a pensar en por qué Lucas estaba haciendo esto?

Se dejó caer en la silla, pasando las manos por su cabello con frustración.

—Camilo, amigo mío... no sé qué hacer —susurró, mirando la libreta con desesperación—. ¿Deberé escuchar a Lucas...?

El fuego en la chimenea crepitó con fuerza, como si las llamas respondieran a su pregunta.

Y por primera vez, Camuel consideró que tal vez su amigo no estuviera completamente equivocado.