Hacia lo desconocido

Sebastian permanecía junto a Sherry, observándola como si pudiera ver más allá de su cuerpo. El silencio en la mansión era tan denso que hasta el crepitar de la chimenea parecía lejano.

—Está atrapada en el reino espiritual —dijo finalmente, enderezándose—. No está allí por voluntad propia… algo la está reteniendo.

Nick frunció el ceño.
—¿Algo… como qué?

Sebastian lo miró, y por un instante su sonrisa se desvaneció.
—Algo que no quiere que ella regrese. O alguien… alguien que ya la conoce demasiado bien.

Kara tragó saliva, mirando a Sherry.
—¿Y qué vas a hacer?

—Entrar ahí —respondió Sebastian con naturalidad, como si fuera lo más obvio—. Iré por ella y la traeré de vuelta… si esta dispuesta claro.

Winn dio un paso adelante.
—¿Y si no lo hace?

Sebastian soltó una pequeña risa.
—Entonces me quedaré y le hare muy mala compañía.

Antes de que alguien pudiera decir más, el teléfono de Río vibró en su bolsillo. Lo sacó y contestó.
—¿Jeremiah?… —su expresión cambió de golpe—. Entendido, voy para allá.

Colgó y miró al grupo.
—Jeremiah necesita ayuda. No está solo y la situación se está poniendo fea.

Milo se levantó de inmediato, ajustándose los guantes.
—Yo voy contigo.

Maggie tomó su arco y el carcaj sin decir una palabra, solo asintiendo.
—Yo también.

Río asintió.
—Bien, nosotros tres vamos. Ustedes… —miró a Allegra, Nick, Winn y Kara— cuiden a Sherry y asegúrense de que Sebastian vuelva, si algo pasa llámenos.

Allegra cruzó los brazos.
—Podemos encargarnos.

Kara le susurró a Winn algo disgustada.

—Kara desde cuando no podemos salir de la mansión sin su permiso.

Sebastian, ya arrodillándose frente al fragmento de espejo, lanzó una última mirada al grupo.
—No se preocupen. Para cuando regresen, ella abrirá los ojos… y luego beberemos un trago del mejor alcohol.

El lugar comenzó a oscurecerse, como si se llenara de humo líquido, y el aire en la sala se volvió más frío. Solo eran Sebastian y Sherry, un viaje hacia lo desconocido...un viaje al reino espiritual.