Entrada 64 – No quiero renunciar

Cuando salí de la oficina, el pasillo estaba en silencio. No hubo reclamos ni gritos… solo miradas. Y esas miradas, cargadas de decepción y preguntas sin respuesta, eran más difíciles de soportar que cualquier reproche.

Me repetía a mí misma que lo había ocultado para no ponerlos en riesgo, para que no se repitiera la historia de antes, cuando se filtraron fotos de mi pasado y el grupo tuvo que aguantar una presión que no merecía. Esta vez quería evitarles eso… pero en el intento, había sembrado otra herida.

El manager habló de nuevo frente a todos, ya con un tono más frío que molesto:
—Rem, comprendemos que quieras tu vida privada, pero necesitamos saber quién es. Si no lo manejamos bien, esto puede crecer más de lo que imaginas. Tenemos que decidir cómo actuar, y eso incluye ser transparentes entre nosotros.

Quise responder, pero lo único que logré decir fue:
—Solo… denme un día. Necesito hablar con esa persona y pensar bien las cosas. Les prometo que seré más cuidadosa. No quiero causarles más problemas.

Aceptaron, pero el ambiente había cambiado. El aire parecía más denso, y aunque nadie lo dijera en voz alta, sentía la distancia.

Esa noche, hablamos por videollamada. La conexión no era la mejor, pero podía ver sus ojos, llenos de preocupación.
—Tengo miedo… —me dijo, con la voz rota—. Los medios pueden destrozarnos. Tal vez sea mejor terminar antes de que esto empeore. Puedo devolverte el anillo.

Sentí que algo en mí se quebraba. Apreté el teléfono con fuerza, intentando contener las lágrimas.
—No. No pienso rendirme —le dije—. No voy a dejar que el miedo nos quite lo único real que tengo.

Hubo silencio, solo el sonido distante de la lluvia en su ventana y nuestra respiración.
—A veces me pregunto si vale la pena —susurró.
—Vale la pena —afirmé—. Porque si no peleo por esto, voy a repetir el mismo error de antes… y no pienso volver a quedarme sin nada.