Capítulo 37: Sombras en Madrid

La capital española la recibió con un cielo encapotado y el frío cortante de los últimos días de otoño. Pero Camila no tenía tiempo para el clima. Su agenda estaba marcada minuto a minuto por reuniones, entrevistas, y sobre todo, por la esperada cita con el Consejo Internacional de Finanzas.

Mateo y ella caminaron entre columnas de mármol blanco, rodeados por cámaras y flashes que buscaban capturar la imagen de la mujer que había destruido un imperio con sus propias manos. Camila no sonreía; su mirada estaba fija en la puerta que tenía al frente.

Al ingresar al gran salón, todos los ojos se posaron en ella. Había rostros poderosos: banqueros suizos, ministros alemanes, empresarios rusos, y en la cabecera, un hombre de barba plateada que levantó la vista con interés.

—Señores —dijo él—, les presento a Camila Varela. La mujer que convirtió una venganza en una revolución empresarial.

Camila caminó al centro, sin temblar.

—No estoy aquí para ganar su simpatía. Estoy aquí porque sé cómo crear imperios desde las ruinas. Si quieren estabilidad, inviertan en lo que renace del fuego, no en lo que teme al incendio.

La sala quedó en silencio. Y luego, una ovación discreta, respetuosa. Había impresionado.

Sin embargo, no todo era diplomacia. Al salir, recibió un mensaje anónimo en su móvil: "Tu caída también será pública". Mateo quiso llamar a seguridad, pero ella negó con la cabeza.

—Si tienen que amenazarme, es que tienen miedo. Y eso significa que voy ganando.

Esa noche, en el hotel Ritz, un sobre esperaba en su suite. Dentro, una fotografía vieja: Camila y su madre, cuando aún vivían en el barrio pobre de Buenos Aires. Detrás, un nombre: "León Varela".

—Mi padre… —susurró Camila.

Era un nombre que su madre había jurado olvidar. Un hombre que desapareció sin explicación.

—¿Qué tienen que ver ahora con esto?

Las sombras de su pasado comenzaban a alargarse. Porque incluso la reina del tablero debía rendir cuentas a sus raíces.