Capítulo 87: El silencio de los lobos

Las luces de la sala de conferencias no temblaban, pero todos los presentes sí lo hacían.

Camila estaba de pie frente a una pantalla gigante, en el corazón del edificio León Global, con una serenidad que contrastaba violentamente con la tormenta que acababa de desatar. Sus dedos sostenían el control remoto con firmeza, mientras el rostro de Diana se proyectaba en la pantalla con una claridad devastadora: un video filtrado, una conversación privada donde la mujer admitía haber manipulado contratos, evadido impuestos y, sobre todo, haber saboteado a Camila desde dentro.

—"Esto fue grabado hace dos semanas", dijo Camila con la voz firme, mirándolos a todos, "y no por un enemigo. Fue un aliado de ustedes. Porque incluso entre los lobos, hay quienes saben cuándo el alfa está podrido."

Los ejecutivos que antes la miraban con desprecio, ahora bajaban la cabeza, intercambiando miradas nerviosas. Diana no estaba presente. No podía estarlo. En ese momento, estaba siendo interrogada por la Fiscalía Anticorrupción.

La ironía era casi poética.

Horas antes, Camila había recibido una llamada inesperada.

—Camila, soy Laura. Tengo algo... algo que va a cambiar todo.

Era la secretaria personal de Diana, una mujer tímida, invisible para muchos, pero que durante años había visto y oído más de lo que nadie imaginaba. La grabación no era un acto de traición gratuito. Era el grito de una mujer que había tenido suficiente de ver cómo las hienas devoraban a los corderos.

Camila le prometió inmunidad. Le ofreció asilo. Le ofreció lo que nadie más en ese sistema de víboras le había dado: una salida digna.

Y ahora, con ese video, la caída había comenzado.

—¿Quién más está implicado? —preguntó uno de los inversores, con voz temblorosa.

Camila giró lentamente hacia él. Sus ojos no tenían piedad.

—¿Realmente quieres que conteste eso… en público?

Un silencio más cruel que cualquier palabra llenó la sala. El hombre se encogió en su silla.

Camila no necesitaba decir nombres. Su simple presencia los hacía culpables.

Después de la reunión, subió sola al ático del edificio. Encendió un cigarro. No fumaba. Nunca le había gustado. Pero esa noche necesitaba saborear la victoria… incluso si era una que venía con cenizas.

Álvaro llegó minutos después.

—¿Eso era necesario? —preguntó, sin rabia, pero con tristeza.

—Sí —respondió ella sin mirar atrás—. O ellos me destruían a mí.

—Estás ganando, Camila. Pero… ¿qué estás perdiendo?

Camila apretó los labios. Lo sabía. Lo sentía. En algún lugar de ese laberinto de venganza, había perdido algo de sí misma.

—¿Sabes qué es peor que perderlo todo? —dijo finalmente, volviéndose hacia él—. Dejar que lo que amas sea destruido mientras tú miras sin hacer nada.

Él bajó la mirada.

—A veces… siento que ya no te reconozco.

Camila sonrió, pero era una sonrisa vacía.

—Eso es porque me estás mirando con los ojos del pasado.

A la mañana siguiente, Diana fue portada en todos los periódicos. "Directora ejecutiva detenida por corrupción masiva", "Escándalo en León Global", "Camila Herrera: la heredera que rescató al imperio".

Pero lo que nadie sabía era que eso era solo el principio.

Porque Camila tenía en sus manos algo más grande: una lista negra de operaciones ilegales, evasión fiscal y alianzas con organizaciones delictivas. Y no estaba pensando en entregársela al gobierno.

Estaba pensando en usarla.

Porque en un mundo donde todos tienen pecados, el poder no lo tienen los inocentes. Lo tienen los que saben los pecados de los demás.

Al final del día, mientras veía las noticias en su oficina, recibió un mensaje anónimo.

"Crees que esto ha terminado. Pero lo tuyo apenas comienza. Nos vemos pronto, Camila."

El remitente era un número extranjero. La IP rastreada a... Buenos Aires.

Camila dejó el móvil lentamente sobre la mesa. Sus ojos ya no mostraban sorpresa. Solo anticipación.

Ella sabía que ese mensaje no era una amenaza.

Era una invitación.

A una guerra más grande. A una corona más pesada.

Y Camila... nunca había estado más preparada.