XX Decepción

—¿Ese chico te ha seguido molestando? —pregunta mi tía.

Mi inusual silencio durante la cena me ha delatado.

—No. Podría decirse que hicimos las pases.

Ella me sonríe con dulzura.

—¿Tú crees que yo quiero ser siempre el centro de atención?

—Hmm. No lo creo. Eres una chica lista y eso puede llamar la atención porque te haces notar, pero eso no lo puedes evitar, está en tus genes —asegura, inflando el pecho con orgullo.

—Brenda se molestó conmigo porque hablé en contra de la obra que ella quería que realizáramos para el festival escolar.

—¿Qué obra era?

—La cenicienta.

—¡Esa es una obra muy bonita, te verías hermosa vestida de princesa!

Llevo una palma a mi rostro con frustración.

—¡Pero tía, esa obra está llena de estereotipos negativos! El sólo concepto de las "princesas" ya está mal. Las mujeres de verdad no son ni necesitan ser princesas para ser felices, mucho menos necesitan de un príncipe.

—Cariño —acaricia mi hombro—. A veces hay que relajarse y disfrutar la vida. Si tienes una opinión negativa de todo, no podrás ser feliz. No debes dejar que las cosas malas que has vivido te quiten la alegría y te amarguen.

—¡Una cosa no tiene nada que ver con la otra! Esto no tiene que ver conmigo, esa obra está mal desde mucho antes de que yo naciera.

—A todas las niñas les gustan las princesas y a veces siento que te estás saltando tu niñez.

—¡Ya no soy una niña, tengo quince años!

—Sigues siendo una niña para mí, el problema es que sueles hablar como si fueras mayor, como si fueras una vieja amargada.

Me quedo sin palabras. Ella también me ve como una vieja, igual que Jason. Yo pensé que él me estaba molestando.

Primero Jason, luego Brenda y ahora mi tía ¿Será posible que los tres estén equivocados sobre mí? Es mucho más probable que sea yo la que está mal, pero no lo siento así, yo siento que estoy en lo correcto.

—Yo... No soy una amargada.

Tomo mi plato y me levanto de la mesa. Defender mis ideas no me hace amargada, lo sé... Y no a todas las niñas les gustan las princesas, eso es una idiotez.

—Isabel... —me llama mi tía mientras lavo mi plato.

No le contesto.

—Cariño... —vuelve a llamar y su tono dulce me provoca un nudo en la garganta.

—¿Qué? —pregunto con la voz temblorosa, al borde del llanto.

—Lo único que quiero es que seas feliz y, a veces creo que no lo eres. Quiero que disfrutes la vida, quiero que sonrías más a menudo y quiero que hagas lo que hacen las niñas de quince años. No quiero que llegues a adulta lamentándote por no disfrutar las distintas etapas de la vida. Sé que tú niñez fue un asco y no quiero que eso arruine tu vida.

Ahora ella parece tener más ganas de llorar que yo. La abrazo para contenerla.

—Tía, yo me siento feliz y creer que la cenicienta promueve ideas clasistas no me hace amargada. Es cierto, tengo quince años, pero no haré lo que hacen los demás si no me nace hacerlo. Yo puedo tomar mis propias decisiones y sé lo que es mejor para mí.

Ella me abraza, besando mi cabeza.

—Eres muy madura para tu edad, cariño.

～🦇～

Hablar con mi tía no me dio luces para arreglar mi problema con Brenda. Por el contrario, generó más dudas sobre mi actuar.

Jason tiene razón, soy una sabelotodo y siempre quiero tener la razón, ese es mi don... y mi maldición.

Y ahora me quedé sola en clases. Brenda ni siquiera se dignó a mirarme cuando llegué al salón.

—¿Problemas en el paraíso? —pregunta Jason, que se ha dado cuenta del modo en que ella me ignora.

—Sí, creo que a veces todo sería mejor si dejara de decir lo que pienso, pero eso no estaría bien ¿Verdad? Tenemos razón con lo que dijimos de la cenicienta.

—Yo sólo te seguí el juego. Creo que tengo que mejorar mi modo de ser sarcástico.

Me quedo en shock.

—¿Te estabas... burlando de mí?

Él suspira con cansancio.

—Si tengo que explicarlo pierde la gracia. Para algunas cosas no eres tan lista como pareces.

Le doy la espalda, sintiendo que todo se cae a pedazos.

¿Cómo he podido ser tan idiota?

¿Cómo he podido, siquiera pensar, que Jason y yo podríamos ser amigos?