Blaz

-¿Haber si lo adivino? ¿Has perdido el control o es impresión mía? –Blaz estaba furioso, y en menos de una hora ya se había bebido dos botellas de vino.

-Blaz, ella tiene que saberlo. La cosas serían distintas si supiera la verdad –Alain estaba cabizbajo y sumamente cansado. Sus compañeros ya estarían rastreándolo y no se tomarían a bien el encontrarlo en el living de Julieta charlando con Blaz.

-¡Ahí vas de nuevo! ¡El pobre héroe! –Bebió de un trago el resto de vino que le quedaba – ¡te haría pedazos en menos de lo que canta un gallo!

-No si supiera toda la historia.

-¿No te preguntaste acaso si llegarías a contar toda la historia teniendo la cabeza sobre tus hombros? Julieta en estos momentos es muy impredecible. Además, ¿Qué te hace pensar que te creería?

-Es bruja, sabe cuándo le mienten.

-Estas de mal en peor Alain, se te ha secado el cerebro visiblemente. ¿No entendés que no sabe manejar sus capacidades y poderes aún? ¿No es más fácil reconocer que estuviste a nada de joderla del todo?

-La jodí cuando asesiné a Clara –espetó.

-¡No fue eso culpa tuya Alain! –Blaz suspiró –estabas sometido por Madre, que dicho sea de paso está enmendando la situación de Clara en estos momentos, para que cuando llegue el momento de reunirla con Julieta tenga una apariencia humana, con suerte algo buena.

-Chicos entiendo que estén cabreados, pero no sabemos qué es lo que Julieta puede o no oír. –Enzo se hallaba al pie de la escalera. Julieta seguía dormida por el hechizo de Blaz en la planta de arriba.

-Enzo creo haberte enseñado que no se debe interferir en las conversaciones ajenas. –espetó Blaz con sorna volviéndose a su hijo.

-También le enseñaste a mentir lo suficientemente bien, jamás hubiese imaginado que era tu hijo –Alain sonó casi dolido, no sabía que otro aspecto de su vida se desmoronaría de un momento a otro. Enzo trató de pasar por alto el comentario. Le tenía más afecto al viejo lobo, que a su propio padre.

-La de ustedes casi parece una pelea pública, se oyen los gritos desde el patio trasero. –arguyó.

-¿Qué hay del cazador? –Inquirió Blaz –¿Sigue con Julieta?

-Sí, la está cuidando.

-Esta debe ser la primera vez que brujos, lobos y cazadores convivimos sin asesinarnos –Alain hizo ademán de levantarse. Hacía rato que deseaba poder marcharse con los suyos.

-Dalo por hecho –musitó Blaz.

-Es necesario que te quedes –se adelantó Enzo –Madre quiere que llevemos a Julieta a la convención.

 Blaz estrelló la copa que aún sostenía en sus manos contra la pared más cercana.

-¡Pasé mi vida entera sirviéndole para que comparta su plan con mi hijo novato! –Exclamó el brujo – ¡esto es irse de leches!

-Al menos es tu hijo Blaz –Alain se volvió a Enzo –¿Para qué me necesitan?

-Adivina –se burló Enzo.

-Está bien, voy a llevar a Julieta, siempre que se me permita ver a Clara. –Alain estaba falto de ánimos y fuerza, no sabía ni como llevaría a cabo aquella empresa.

-No podes poner condiciones Alain –musitó Enzo –si madre se enterase lo que estuviste a punto de hacer te mataría.

-¿Vas a contarle? –lo enfrentó casi fingidamente.

-No es de mi de quien te tenés que preocupar –dijo –no me va andar de buchón.

-¡No voy a decir nada esta vez! –bramó Blaz, captando la indirecta – ¡está claro que en este nuevo plan no tengo ni voz ni voto! ¡Si fuera a contarle a Madre de seguro te pediría que se lo confirmes! –Se volvió a su hijo – ¡y no tengo ganas de forzarte a ser el buchón! –dijo con sarcasmo.

-¿Cuándo lo haríamos? –Alain volvió a acomodarse en el sillón.

-Quizás esta noche. Aún debo hablar con Madre.

  Blaz hacía burla muda de todo lo que su hijo decía. Estaba borracho. Frente a los problemas siempre estaba borracho.

-Tengo que hablar con mi gente, ponerlos al tanto. –musitó Alain, volviéndose a la arboleda que los circundaba. Hacía una hora había estado casi seguro de que sus lobos estaban allí, pero ahora ya no podía percibirlos.