Julieta

-¿De dónde surge la magia? –pregunté con voz trémula. Madre se había negado a partir con los demás en cuanto lo pidiera.

Señaló mi cabeza con una sonrisa.

-De ahí.

-Es raro –dije.

-Es complejo, no raro. Y solo porque los hechiceros cuando tomaron el control de la tierra lo desvirtuaron todo.

-No entiendo –dije. Me volví a mirar a Fátima. Tendría que traerla por más difícil que eso fuera.

-Los antiguos dioses o como sea que quieras llamarlos poseían la magia. Y nos enseñaron, durante el tiempo que se quedaron, a usarla también. A encontrarla en nosotros.

   Abrió su mano y en ella bailó una figura blanca bellísima. Una mujer con un rostro similar al mío.

-¿Me estás diciendo que es una habilidad a aprender y no algo que se posea como un tesoro? –fruncí el ceño.

-Exacto. La palabra magia como la conoces en tu era procede del antiguo persa magus que significa que contiene la raíz. Es decir el origen de todo el poder, el conocimiento. La magia es una capacidad diferente en nuestro sistema que nos permite manejar los elementos naturales de otro modo. Es una ciencia proscripta. Negada.

-Es decir –la insté.

-Cuando nos crearon, no nos prepararon para usar toda nuestra capacidad –señalo su cabeza –solo una parte. No lo hicieron porque temieron que nos fuéramos de control. Asique el plan era enseñarnos. Pero no fue fácil, este mundo estaba asediado por demasiadas razas, y no todas eran buenas. Asique los dioses nos eligieron a nosotras, cincuenta mujeres, para la dichosa tarea de aprender, en sumo secreto a expandir nuestras capacidades. Nos enseñaron todos los secretos de la naturaleza. Todos ellos. Este es un mundo repleto de magia de cabo a rabo. La selva tropical del universo. El origen de la vida pura.

-¿Dónde están esos dioses?

-No lo sé Julieta. Pero sé dónde dejaron su última semilla –sonrió.

-¿Dónde?

-En vos Juli, vos sos hija de esos dioses.

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