Los Beta

    El primer rayo de sol sacó al jefe de su tienda. Estaba nervioso, y había creído que no iba a poder dormir en ese estado, pero extrañamente lo había logrado. Y esa extrañeza, lo había llevado a dudar de la chica bruja que Joel cuidaría durante la noche. Asique lo primero que hizo, fue dirigirse hacia la tienda del cazador. Joel preparaba algo caliente que beber y Julieta dormía profunda y apaciblemente.

-¿Todo bien jefe? –Joel tenía mejor semblante.

-Sí Joel, aparentemente todo está en orden. –dijo llevándose las manos a la cadera y soltando el aire que había acumulado en los pulmones debido a los nervios.

-¿Dudaba de que nos atacaran de noche?

-En lo más mínimo, sé cómo se maneja Brais, a pesar de que ahora haya tomado una decisión desafortunada.

-¿Qué va a hacer ahora jefe? ¿Piensa atacar de la nada?

-Por supuesto que no Joel, voy a acercarme a la convención en dos horas. Hablaré civilizadamente con Brais, y no solo porque le debemos nuestra existencia, sino porque en otro tiempo fue mi amigo.

   El jefe se alejó de la tienda del cazador. Era la primera vez en años que el incierto le carcomía el estómago como un depredador muerto de hambre. Las imágenes del pasado acudían a él como una bandada de pájaros enceguecidos. Pero el Jefe, estaba decidido a no sucumbir a su propia debilidad ni ahora ni nunca. Su corazón se había endurecido por completo tras la muerte de su hijo, y nada era más importante para el que eso y su bendita causa contra la licantropía.

-¡Sebastiano! –llamó a su guardia personal –Reúne a los tres mejores cazadores sin contar a Joel y apróntalos a que se preparen. Luego comunícate por la vía que sea con la maldita convención de los hechiceros y diles que nos presentaremos en dos horas. 

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