Vuelta a clases

Las dos semanas de vacaciones de invierno pasaron rápidamente y al llegar el domingo, sentí una especie de nostalgia porque mañana lunes debía retomar las clases de liceo nuevamente. Esa noche al acostarme, recordé todo lo lindo que había pasado con mi familia en esas dos semanas y comprendí que ahora tenía las energías suficientes para afrontar el resto del año.

Ese lunes al ser las 10 hs de la mañana me dirigí caminando hacia el portón de mi casa que distaba a unos sesenta metros de dónde pasaba el bus. Noté con alegría que mi perro Corkis me estaba esperando para acompañarme como todos los días. Él iba siempre delante mio como indicándome el camino.

Al llegar al portón, me sentaba en un tronco grande que mi padre había colocado allí para que yo me sentara a esperar el bus. De lejos se veía venir el bus, por la polvareda en el camino que venía levantando. Recién cuando yo subía, Corkis se volvía hacia casa mirando hacia atrás como si esperara que yo me bajara.

Mis compañeros de viajes fueron subiendo, todos con varias anécdotas de lo realizado en esas dos semanas. Yo simplemente los escuchaba, porque en realidad mis vacaciones habían sido geniales, pero sin necesidad de salir de mi casa. 

Mi compañera de asiento, Ana me mira y me dice: _Yo no salí a ningún lado, porque mis padres no tienen plata para salir a pasear, pero pasamos muy lindo en mi casa. Ahí entendí que yo no era la única persona que pensaba de esa manera, aunque las palabras de Ana no fueron muy convincentes. Tuve la sensación de que a ella le hubiera gustado salir, pero que su familia no tenía dinero para salir.

Rápidamente le respondí que yo pasé en mi casa porque me gustaba estar allí, y le fui mencionando varias de las actividades que me gusta hacer para que comprendiera que está bueno disfrutar del hogar. Y entre bullicio y bullicio de todos los pasajeros, llegamos nuevamente al liceo, donde nos estaban esperando los profes con variadas actividades e informaciones para continuar el año lectivo.